jueves, 8 de septiembre de 2016

Mero Cristianismo libro I, charla 3 - Autor: C. S. Lewis.

(13:02 min, publicado por CSLewisDoodle)


Título en inglés: ‘What Lies Behind The Moral Law by C.S. Lewis Doodle (BBC Talk 3/Chapter 4)


Título en castellano: ‘Lo que Yace Detrás de la Ley Moral’, por C.S. Lewis Doodle. (BBC charla 3/Libro, capítulo 4)
(Charla emitida el 20 de agosto de 1941)


Notas del autor del video en la descripción:
Esta tercera charla llegó a ser el capítulo 4 del libro de Lewis ‘Mero Cristianismo’ y originalmente se llamó ‘Materialismo o Religión’.


Usted puede encontrar el libro aquí: http://www.amazon.com/Mere-Christiani...


Nota de la traductora:
1) Usé como base esta traducción de “Mero cristianismo’ https://elteologillo.files.wordpress.com/2012/08/13294388-mero-cristianismo.pdf



Mero Cristianismo, por C. S. Lewis.


Lo que yace detrás de la ley moral.


Vamos a resumir lo que hemos alcanzado a tocar hasta ahora.
En el caso de las piedras y los árboles y cosas de ese tipo, lo que llamamos ‘las leyes de la naturaleza’ pueden no ser otra cosa que una manera de hablar. Cuando se dice que la naturaleza está regida por ciertas leyes, puede que esto solamente quiera decir que la naturaleza, de hecho, se comporta de determinada manera. Las llamadas ‘leyes’ pueden no ser algo real —cualquier cosa por encima y más allá de los hechos propiamente tales que observamos—.
Pero en el caso del hombre, vimos que esto no es así. La ley de la naturaleza humana —o de lo que está bien y lo que está mal— debe ser algo por encima y más allá de los hechos propiamente tales del comportamiento humano. En este caso, además de los hechos reales, se tiene algo más: una ley real [que existe], que nosotros no inventamos, y que sabemos que deberíamos obedecer.


Ahora quiero considerar lo que esto nos dice acerca del universo en que vivimos. Desde que los hombres fueron capaces de pensar, han estado preguntándose qué es en realidad este universo y cómo llegó a estar ahí. Y, en términos muy generales, se han sostenido dos puntos de vista.
En primer lugar, existe lo que se llama el punto de vista materialista. Las personas que adoptan este punto de vista piensan que la materia y el espacio simplemente existen por casualidad y siempre han existido, nadie sabe por qué; y que la materia, al comportarse de ciertas maneras fijas, de casualidad —por una especie de chiripa [golpe de suerte/azar]— ha dado en producir criaturas como nosotros, que somos capaces de pensar. Por una posibilidad entre un millón, algo chocó contra nuestro sol y lo hizo producir los planetas; y por otra posibilidad entre un millón, los compuestos químicos necesarios para la vida, y la temperatura adecuada, ocurrieron en uno de estos planetas, y así, parte de la materia de esta tierra cobró vida; y luego, por una muy larga serie de coincidencias, las criaturas vivientes se convirtieron en seres como nosotros.
El otro punto de vista es el religioso. Según éste, lo que está detrás del universo se parece más a una mente, que a cualquier otra cosa que conozcamos. Es decir, es consciente y tiene propósitos, y prefiere una cosa a otra. Y en este punto de vista ‘ello’ hizo el universo, en parte con propósitos que desconocemos; pero en parte, en cualquier caso, para producir criaturas como sí mismo —quiero decir, ‘como sí mismo’ hasta el punto de tener mentes.
Por favor, no piensen que uno de estos puntos de vista fue sostenido hace mucho tiempo y que el otro ha tomado gradualmente su lugar. Dondequiera que haya habido hombres pensantes, aparecen ambas perspectivas. Y fíjense también en esto: No se puede descubrir cuál perspectiva es la correcta mediante la ciencia, en el sentido ordinario. La ciencia funciona por medio de experimentos. Observa cómo se comportan las cosas. Cada declaración científica, a la larga, por muy complicada que sea, significa algo como: “Apunté el telescopio a tal o cual parte del cielo a las 2:20 A. M. del día 15 de enero y vi tal y tal cosa”, o: “Puse un poco de esto en un matraz y lo calenté hasta llegar a tal y tal temperatura, e hizo esto y aquello”.  No piensen que estoy diciendo nada en contra de la ciencia: Sólo estoy diciendo cuál es su función. Y cuanto más científico es un hombre, más (creo yo) estaría de acuerdo conmigo en que ésta es la tarea de la ciencia —y es una tarea muy útil y necesaria también.
Pero el por qué alguna cosa llega a estar ahí, y si hay algo detrás de las cosas que observa la ciencia —algo de un tipo diferente— no es una cuestión científica. Si hay ‘algo detrás’ entonces, o tendrá que permanecer del todo desconocido para los hombres, o bien darse conocer [revelarse] de una manera diferente. La declaración de que existe algo así, o la declaración de que no existe tal cosa, ninguna de ellas son declaraciones que pueda hacer la ciencia. Y los científicos auténticos no suelen hacerlas.  Por lo general son los periodistas, o los novelistas populares que han recogido unos pocos fragmentos de ciencia a medio cocinar de los libros de texto los que suelen gustar de ellas. Después de todo, en realidad es un asunto de sentido común. Suponiendo que la ciencia alguna vez llegara a ser completa, de modo que conociera cada cosa del universo entero, ¿no es evidente que las preguntas: ”¿Por qué hay un universo?”, “¿Por qué funciona como funciona?”, “¿Tiene algún significado?”, seguirían tal y como como estaban?
Bien, la posición sería totalmente imposible si no fuera por esto: Hay una cosa, y solo una, en todo el universo, de la que sabemos más de lo que podemos aprender por medio de la observación externa. Esta única cosa es el hombre. No solamente observamos al hombre, somos hombres. En este caso tenemos, por así decirlo, información privilegiada; estamos en conocimiento [al tanto]. Y debido a esto, sabemos que los hombres se encuentran bajo una ley moral que ellos no hicieron, y que no pueden olvidar del todo —incluso si lo intentan— y que saben que deben obedecer. Fíjense en el siguiente punto: Cualquiera que estudiara al hombre desde el exterior, como nosotros estudiamos la electricidad o los repollos, sin saber nuestro idioma y, en consecuencia, sin poder conseguir ninguna información privilegiada sobre nosotros, sino meramente observando lo que hicimos, jamás obtendría la más mínima evidencia de que tenemos esta ley moral. ¿Cómo podría él? Porque sus observaciones sólo mostrarían lo que hicimos, y la ley moral es acerca de lo que deberíamos hacer. Del mismo modo, si hubiera cualquier cosa por encima y más allá de los hechos observados en el caso de las piedras o del clima, nosotros, al estudiarlos desde el exterior, jamás podríamos esperar descubrirlo.


La posición de la pregunta, entonces, es como esta: Queremos saber si el universo sencillamente resultó ser lo que es sin ninguna razón, o si hay un poder detrás de él que lo hace ser lo que es. Dado que ese poder —si existe— no sería uno de los hechos observados, sino una realidad que los hace, ninguna mera observación de los hechos puede encontrarlo. Hay sólo un caso en el que podemos saber si hay algo más, y ese caso es el nuestro; y en ese único caso encontramos que existe. O póngalo al revés: Si hubiera un poder controlador al exterior del universo, no podría mostrarse a sí mismo como uno de los hechos dentro del universo —al igual que el arquitecto de una casa no podría ser una pared, o una escalera, o una chimenea, en esa casa. La única manera en la que podríamos esperar que se mostrara a sí mismo sería dentro de nosotros mismos, como una influencia o un mandato, tratando de conseguir que nos comportemos de una determinada manera. Y eso es justamente lo que sí encontramos dentro de nosotros.
Verdaderamente, esto debería despertar nuestras sospechas. En el único caso en el que usted puede esperar conseguir una respuesta, la respuesta resulta ser ‘Sí’; y en los otros casos donde no se obtiene una respuesta, usted ve por qué no se obtiene. Supongamos que alguien me preguntara, cuando veo a un hombre de uniforme azul que va por la calle dejando pequeños paquetitos blancos en cada casa, por qué supongo que estos contienen cartas. Yo debería responder: “Porque cada vez que él deja un paquetito similar para mí, compruebo que contiene una carta.” Y si esa persona entonces objetara: “Pero tú nunca has visto todas esas cartas que piensas que reciben los demás”, yo diría: “Claro que no, y no esperaría verlas, porque no están dirigidas a mí. Estoy explicando los paquetitos que no se me permite abrir, por aquellos que sí se me permite abrir”.
Es lo mismo con respecto a esta cuestión. El único paquete que se me permite abrir, es el hombre. Cuando lo hago, especialmente cuando abro ese particular hombre llamado ‘Yo mismo’, encuentro que no existo por mí mismo, que estoy bajo una ley; que alguien o algo quiere que me comporte de una detrminada manera.  Desde luego, no creo que si pudiera meterme dentro de una piedra o de un árbol encontraría exactamente la misma cosa, así como no creo que todas las demás personas de la calle reciban las mismas cartas que yo. Yo esperaría, por ejemplo, encontrar que la piedra tuviera que obedecer la ley de gravedad —que mientras que el remitente de las cartas meramente me dice que obedezca la ley de mi naturaleza humana, Él compele a la piedra a que obedezca las leyes de su naturaleza de piedra. Pero yo esperaría encontrar que hubiera, por así decirlo, un remitente de cartas en ambos casos, un Poder detrás de los hechos, un Director, un Guía.
No piensen que voy más deprisa de lo que en realidad estoy yendo. Todavía no estoy a menos de 150 mil kilómetros del Dios de la teología cristiana. Todo lo que tengo es un ‘Algo’ que está dirigiendo el universo, y que aparece en mí como una ley que me urge a hacer el bien y me hace sentir responsable e incómodo cuando hago el mal. Creo que tenemos que asumir que se parece más a una mente que a cualquier otra cosa que conocemos —porque después de todo, la única otra cosa que conocemos es la materia, y uno apenas puede imaginar a un poquito de materia dando instrucciones. Pero, por supuesto, ello no tiene que ser muy parecido a una mente, menos aún parecerse a una persona.
En la próxima charla veremos si podemos descubrir algo más acerca de ello. Y una palabra de advertencia: se han dicho muchas cosas aduladoras acerca de Dios en los últimos cien años. Eso no es lo que estoy ofreciendo. Usted puede eliminar todo eso.


Nota.- Con el fin de que esta sección fuera lo suficientemente breve cuando fue emitida por radio, sólo mencioné el punto de vista materialista y el punto de vista religioso. Pero para que sea completo, debería mencionar el punto de vista intermedio, llamado ‘filosofía de la fuerza vital’, o ‘evolución creativa’, o ‘evolución emergente’. Las exposiciones más agudas acerca de esto aparecen en las obras de George Bernard Shaw; pero las más profundas, en las de Bergson.
Las personas que sostienen este punto de vista dicen que las pequeñas variaciones por las cuales la vida en esta tierra “evolucionó” de las formas más simples hasta el hombre no se debieron a la casualidad, sino al “esfuerzo” o el propósito” de una fuerza vital. Cuando la gente dice esto deberíamos preguntarle si por ‘fuerza vital’ quiere decir ‘algo que tiene mente, o no’. Si la tiene, entonces, “una mente que trae la vida a la existencia y la conduce a la perfección” es realmente un Dios, y por consiguiente su punto de vista es idéntico al religioso. Si no la tiene, ¿qué sentido tiene decir que algo que no tiene mente se “esfuerza” o tiene “propósitos”? Esto me parece fatal para su punto de vista.
Una de las razones por las que muchas personas encuentran tan atractiva la idea de la ‘evolución creativa’ es que les da gran parte del consuelo emocional de creer en Dios, y ninguna de las consecuencias menos agradables. Cuando usted se siente bien y el sol está brillando y no quiere creer que el universo entero es una mera danza mecánica de átomos, es agradable poder pensar en esta gran fuerza misteriosa ondeando [desplazándose formando ondas/olas] a lo largo de los siglos y transportándolo a usted en su cresta [de una de sus ondas]. Si, por otro lado, usted quiere hacer algo bastante tramposo [poco honrado], la fuerza vital —que es sólo una fuerza ciega, sin moral y sin mente— jamás lo estorbará, como ese fastidioso Dios del que supimos cuando éramos niños.
La ‘fuerza vital’ es una especie de dios domesticado. Usted puede conectarla cuando quiera, pero ella no lo fastidiará. Todas las emociones de la religión y ninguno de los costos.
¿Es la ‘fuerza vital’ el mayor logro de esperanza ilusoria [basada en quimeras] que el mundo ha visto jamás?



lunes, 5 de septiembre de 2016

Mero Cristianismo Libro I- charla 2 - Autor: C. S. Lewis

(10:45 min, publicado por CSLewisDoodle)


Título en inglés: ‘The Reality of the Moral Law by C.S. Lewis Doodle (BBC Talk 2/Mere Christianity Chapter 3)


Título en castellano: ‘La Realidad de la Ley Moral’, por C.S. Lewis Doodle. (BBC Charla 2/Mero Cristianismo capítulo 3)
(Charla emitida el 13 de agosto de 1941)


Notas del autor del video en la descripción:
Esta charla pasó a ser el capítulo 3 del libro de Lewis ‘Mero Cristianismo’, y se llamó ‘La Realidad de la Ley Moral [universal]’


Usted puede encontrar el libro aquí: http://www.amazon.com/Mere-Christiani...


Algunas ayudas:
(7:22)  “Usted está diciendo lo que es verdad”. Altruismo significa ocuparse de otros en la sociedad. Así que cuando usted dice: “Porque [el altruismo] es bueno para la sociedad”, usted, en respuesta a la pregunta, está diciendo esencialmente: “Porque el altruismo es altruismo”; lo que es verdad, pero no es una explicacion de por qué deberíamos ser altruistas. Definición no es explicación, y ‘qué’ no es ‘por qué’.


Las charlas de 1941 en la BBC fueron descritas y ordenadas en forma diferente a las del libro hecho de las charlas, llamado ‘Mero Cristianismo’. Éstos son los títulos originales y el orden en los semanarios “Radio Times” de 1941.


Título de la serie: El Bien y el Mal - Una pista para el signficado del universo.
Charla 1 - Decencia Común (Capítulo 1. La Ley de la Naturaleza Humana), 6 agosto 1941.
Charla 2 - Ley Científica y Ley Moral (Capítulo 3. La Realidad de la Ley), 13 agosto 1941.
Charla 3 - Materialismo o Religión (Cap. 4. Lo que Yace Detrás de la Ley), 20 agosto 1941.
Charla 4 - ¿Qué hacemos con eso? (Cap. 5 Tenemos motivo suficiente para estar intranquilos), 27 agosto 1941.
Charla 5 - Preguntas de los radioyentes (Cap. 2 Algunas Objeciones), 3 septiembre 1941.


Nota de la traductora:
1) Usé como base esta traducción completa de “Mero cristianismo’: https://elteologillo.files.wordpress.com/2012/08/13294388-mero-cristianismo.pdf


Mero Cristianismo, por C. C. Lewis


La Realidad de la Ley Moral.


Ahora retomo lo que dije al final de la primera charla: Que había dos cosas extrañas acerca de la raza humana. La primera, que estaba impregnada con la idea de un tipo de comportamiento que debería practicar —lo que se podría llamar juego limpio, o decencia, o moralidad, o la Ley de la naturaleza (humana). La segunda, que, de hecho, no se comportaba así.
Algunos de ustedes se preguntarán por qué digo que esto es extraño; puede que a ustedes les parezca la cosa más natural del mundo. En particular, puede que hayan pensado que fui bastante duro con la raza humana. Después de todo, pueden decir, lo que yo llamo quebrantar la Ley del bien y el mal, o de la naturaleza, sólo significa que la gente no es perfecta.
¿Y por qué debería yo esperar que lo sea? Esa sería una buena respuesta, si lo que yo estuviera intentando hacer fuera fijar la cantidad exacta de culpa que tenemos por no comportarnos como esperamos que otros se comporten. Pero esa no es mi tarea [objetivo] en absoluto. Por ahora no me preocupa la culpa. Estoy tratando de descubrir la verdad. Y desde ese punto de vista, la sola idea de que algo sea imperfecto —de que no esté siendo como debería ser— tiene ciertas consecuencias.
Si usted toma una cosa como una piedra o un árbol, es lo que es, y parece no tener sentido decir que debería haber sido de otra manera. Por cierto, usted puede decir que una piedra tiene “la forma equivocada” si la quiere utilizar para una rocalla [decoración de jardín]; o que un árbol es un árbol malo porque no da tanta sombra como usted esperaba. Pero lo único que usted quiere decir con esto es que la piedra o el árbol no resultan convenientes para algún interés personal suyo. Usted no está, excepto en broma, culpándolos por eso. En realidad, usted sabe que dado el clima y el suelo, el árbol no podría haber sido diferente. Lo que nosotros desde nuestro punto de vista llamamos un árbol “malo”, está obedeciendo las leyes de su naturaleza tanto como un árbol “bueno”.  Bien, ¿usted se ha dado cuenta de lo que esto infiere? Infiere que lo que usualmente llamamos las leyes de la naturaleza —la forma en que el clima influye en un árbol, por ejemplo— en realidad pueden no ser leyes en el estricto sentido, sino sólo en una manera de hablar. Cuando se dice que las piedras que caen siempre obedecen a la ley de la gravedad, ¿no es esto igual a decir que la ley sólo significa “lo que las piedras hacen siempre”? Usted en realidad no piensa que cuando se deja caer una piedra, ésta recuerda súbitamente que tiene órdenes de caer al suelo. Usted sólo quiere decir que, de hecho, ella cae. En otras palabras, usted no puede estar seguro de que haya algo además de los hechos mismos; alguna ley acerca de lo que debería ocurrir, como distinta de lo que ocurre.
Las leyes de la naturaleza, tal como se aplican a las piedras o a los árboles, podrían significar solamente “lo que la naturaleza, de hecho, hace”. Pero si uno pondera [se centra en/presta atención a] la ley de la naturaleza humana, o ley de comportamiento decente, es un asunto diferente. Esa ley ciertamente no significa “lo que los seres humanos, de hecho, hacen”; porque como dije antes, muchos de ellos no obedecen esta ley en absoluto, y ninguno la obedece por completo. La ley de gravedad le dice a usted lo que las piedras hacen si las deja caer; pero la ley de la naturaleza humana le dice lo que los seres humanos deberían hacer, y no hacen. En otras palabras, cuando usted está tratando con seres humanos, algo más entra en juego que está por encima y más allá de los hechos reales. Usted tiene los hechos (cómo se comportan los hombres) y también tiene algo más (cómo deberían comportarse). En el resto del universo no es necesario que haya otra cosa sino los hechos. Los electrones y las moléculas se comportan de cierta manera y de ahí derivan ciertos resultados, y puede que ésa sea toda la historia.


—Como acotación, yo no creo que esa sea toda la historia, como usted verá más adelante. Lo que digo es que, por lo que llevamos argumentado, puede ser. Pero los hombres se comportan de una cierta manera y esa no es toda la historia, porque en todo momento usted sabe que deberían comportarse de manera diferente—.


Pues bien, en realidad esto es tan peculiar que uno es tentado a dar explicaciones. Por ejemplo, podríamos tratar de fingir que cuando usted dice que un hombre no debería comportarse como lo hace, sólo quiere dar a entender lo mismo que cuando dice que una piedra tiene la forma equivocada; es decir, que lo que el hombre está haciendo resulta ser inconveniente para usted. Pero eso simplemente no es verdad. Un hombre que ocupa el asiento del rincón en el tren porque llegó primero, y el hombre que se coló en el asiento mientras yo di vuelta la espalda y quitó de allí mi maleta, son los dos igualmente inconvenientes; pero yo culpo al segundo hombre, y no culpo al primero. Yo no me enojo —excepto quizás por un momento, antes de entrar en razón— con un hombre que me hace tropezar accidentalmente; me enojo con un hombre que intenta hacerme una zancadilla, incluso si no lo consigue. Sin embargo, el primero me ha hecho daño y el segundo no. A veces, el comportamiento que yo llamo ‘malo’ no me resulta inconveniente en absoluto, sino todo lo contrario. En la guerra, cada lado puede encontrar muy útil un traidor al otro lado. Pero, aunque lo utilizan y le pagan, lo consideran una sabandija humana [o una ‘alimaña’]. Así que usted no puede decir que lo que llamamos comportamiento decente en otros, es simplemente el comportamiento que nos resulta útil a nosotros.
Y en cuanto al comportamiento decente en nosotros mismos, supongo que es bastante evidente que no significa el comportamiento que compensa. Significa cosas como estar satisfecho con treinta chelines, cuando podría haber conseguido tres libras; hacer las tareas escolares honestamente, cuando habría sido más fácil hacer trampa; dejar tranquila a una joven, cuando le habría gustado enamorarla; permanecer en lugares peligrosos, cuando podría haber ido a un lugar más seguro; cumplir promesas que habría preferido no cumplir y decir la verdad, incluso cuando le haga parecer un tonto.
Algunas personas dicen que aunque el comportamiento humano decente no significa lo que compensa a una persona en particular en un momento particular, sin embargo significa ‘lo que compensa a la raza humana como un todo’ y, por consiguiente, no hay ningún misterio acerca de ello. Después de todo, los seres humanos tienen algo de sensatez; se dan cuenta de que no se puede tener seguridad o felicidad auténticas, excepto en una sociedad en la que cada uno juegue limpio, y es porque se dan cuenta de esto que tratan de comportarse decentemente.
Evidentemente, es muy cierto que la seguridad y la felicidad sólo pueden venir como resultado de que los individuos, las clases y los países sean honestos, justos y amables unos con otros. Es una de las verdades más importantes del mundo. Pero como una explicación de por qué nos sentimos como nos sentimos acerca de lo que está bien y lo que está mal, en realidad no da en el blanco. Si preguntamos: “¿Por qué debería yo ser altruista?”, y usted responde: “Porque es bueno para la sociedad”, podemos entonces preguntar: “¿Por qué debería importarme a mí lo que es bueno para la sociedad, excepto cuando me compense personalmente?”. Entonces usted tendría que decir: “Porque se debería ser altruista”, lo que únicamente nos lleva de vuelta a donde empezamos. Usted está diciendo lo que es verdad, pero no va más allá de eso [no logra decir nada más]. Si un hombre preguntara cuál fue la finalidad de jugar al fútbol, no serviría de mucho decir “a fin de hacer goles”, porque intentar hacer goles es el juego mismo, no la razón del juego; y en realidad usted sólo estaría diciendo que el fútbol era el fútbol —lo que es verdad, pero no sirve de nada decirlo. Del mismo modo, si un hombre pregunta cuál es la finalidad de comportarse decentemente, de nada sirve responder “a fin de beneficiar a la sociedad”, porque intentar beneficiar a la sociedad —en otras palabras, ser altruista (porque “la sociedad”, después de todo, sólo significa “otras personas”)— es una de las cosas en las que consiste el comportamiento decente; lo único que en realidad usted está diciendo es que el comportamiento decente es el comportamiento decente. Usted habría dicho exactamente lo mismo si se hubiera quedado en la declaración “los hombres deberían ser altruístas”. Y es ahí donde me detengo.
Los hombres deberían ser altruístas, deberían ser justos. No que los hombres son altruístas, ni que les guste ser altruístas, sino que deberían serlo. La ley moral, o ley de la naturaleza humana, no es simplemente un hecho acerca del comportamiento humano en la misma forma en que la ley de la gravedad es, o puede ser, simplemente un hecho acerca de cómo se comportan los objetos pesados.
Por otro lado, no es una mera fantasía, ya que no podemos deshacernos de la idea; y si lo hiciéramos, la mayoría de las cosas que pensamos y decimos acerca de los hombres quedarían reducidas a un sinsentido. Y no es simplemente una declaración de cómo nos gustaría que los hombres se comportaran para nuestra propia conveniencia, porque el comportamiento al que llamamos malo o injusto no es exactamente el mismo que el comportamiento que encontramos inconveniente, e incluso puede ser lo opuesto.

En consecuencia, esta norma de lo que está bien y lo que está mal, o ley de la naturaleza humana, o como quiera llamársela, debe, de uno u otro modo, ser algo real [que existe] —algo que realmente está ahí, no inventado por nosotros. Y sin embargo no es un hecho en el sentido corriente, del mismo modo que nuestro real comportamiento es un hecho. Empieza a parecer como que tendremos que admitir que hay más de un tipo de realidad; que, en este caso particular, hay algo por encima y más allá de los hechos comunes del comportamiento del hombre y, sin embargo, indudablemente real —una ley real, que ninguno de nosotros ha hecho, pero que encontramos que está sobre nosotros presionando [que nos apremia].



viernes, 2 de septiembre de 2016

Mero Cristianismo, Libro I-charla 1 - Autor: C. S. Lewis

(11:04 min, publicado por CSLewisDoodle)


Título en inglés: ‘Right & Wrong - A Clue to the Meaning of the Universe by C.S.Lewis Doodle (BBC Talk 1/Chapter 1)


Título en castellano: ‘El Bien y el Mal’ - Una pista para el significado del universo, por C.S. Lewis Doodle. (BBC Charla 1/Capítulo 1)
(Esta charla fue emitida el miércoles 6 de agosto de 1941)


Notas del autor del video en la descripción:
Una recreación de la charla original dada por C. S. Lewis, emitida por radio durante la Segunda Guerra Mundial. Esta emisión formó la base del capítulo uno del libro "Mero Cristianismo". Usted puede leer extractos del libro aquí: [en inglés]
Esta corta radiodifusión terminó siendo la serie de radio más leída en la historia de la radiodifusión británica, pero en los tiempos del programa en vivo C.S. Lewis verdaderamente tenía competencia por radioescuchas. Gran Bretaña tenía sólo dos estaciones de radio en aquel entonces. A las 7:45 de la tarde, por la frecuencia de ‘Para las Fuerzas [Armadas]' se emitía un programa en vivo de Gracie Fields, la cantante más popular de la época (famosa por ‘Deséame suerte mientras me dices adiós con la mano'). La frecuencia de 'El Servicio al Hogar', en la que Lewis estaba hablando, acababa de terminar su programa de noticias en noruego, y estaba a punto de cambiar al galés, así que había perdido a la mayoría de los radioyentes en inglés. Sin embargo, hacia el final de la serie, Lewis era tan increíblemente popular, que la BBC solicitó de inmediato una nueva serie y fue empleado por la BBC hasta mediados de 1944 guiando a Bretaña a través de algunas de las partes más difíciles de la guerra. La voz de Lewis se convirtió en una de las más reconocidas en Gran Bretaña, sólo superada por la de Winston Churchill.
Usted puede encontrar mis garabatos [dibujos representativos] de la segunda charla de Lewis llamada “La Realidad de la Ley Moral”, aquí:


Algunas ayudas:
Estos garabatos son en realidad herramientas para profesores, y requieren de alguien para desglosar a estudiantes algunas de las ideas aludidas muy brevemente en el garabateo.


Usted puede encontrar las citas (Cicerón, Platón y Moisés) en su totalidad, con referencias, en el apéndice del libro de Lewis “La abolición del hombre”, con la otra cita (de Aristóteles) tomada de “El problema del dolor”.


Varias sociedades a través de la historia han diferido en lo que respecta a con qué personas se debía ser generoso si era sólo con su propia familia, o sus compatriotas, o todo el mundo. Dios le dice a Moisés que todo el mundo debe ser tratado sin parcialidad amar a la persona junto a uno como a uno mismo. Cada acto de hacer trampa, o robar, o aprovecharse de otro, es amarse a sí mismo por encima del prójimo (simplemente la persona "próxima" a usted).


"todos la conocían por naturaleza, y no necesitaba ser enseñada" (4:18). Como dijo el doctor Samuel Johnson: "La gente necesita que le recuerden, más a menudo de lo que necesita que le enseñen." (Lewis, Mero Cristianismo).


"Una nación puede decir que los tratados no importan" (6:41).
En 1914 Gran Bretaña envió un ultimátum a Alemania exigiendo que la neutralidad de Bélgica no fuera violada, de acuerdo a la promesa de Alemania que figura en su tratado con Bélgica y Gran Bretaña. No hubo respuesta. A las 23:00 p. m. del 4 de agosto de 1914, Gran Bretaña declaró la guerra a Alemania. El canciller alemán respondió en estado de shock que: "Sólo por un pedazo de papel, Gran Bretaña iba a hacer la guerra a una nación hermana, que no deseaba nada mejor que ser amiga de ella." Hitler repitió exactamente el mismo sentimiento expresado por el alto mando alemán en la Primera Guerra Mundial, con respecto a su deber de respetar su tratado de límites anterior y subsiguientes promesas con la neutral Bélgica: que el tratado era "papier Fetzen ein" (sólo un pedazo de papel).


"Voy a atacar a Francia y a Inglaterra en el mejor y más rápido de los tiempos. La violación de la neutralidad de Bélgica y Holanda no tiene importancia. Nadie cuestionará eso cuando hayamos ganado. Justificaremos la violación de la neutralidad tan estúpidamente como en 1914 (papier ein Fetzen) ..." Hitler, 23 de noviembre de 1939.


Al mismo tiempo que decía: "Los tratados fronterizos no importan", Hitler justificaba también la invasión a Checoslovaquia y Polonia sobre la base de la ley moral, diciendo que el tratado de Versalles (en el que Alemania se comprometió a respetar ciertos límites) fue injusto para el derecho a expansión de la nación alemana.


Notas de la traductora:
1) Usé como base esta traducción de “Mero Cristianismo’: https://elteologillo.files.wordpress.com/2012/08/13294388-mero-cristianismo.pdf
2) Hay dos párrafos del capitulo 1 del libro que, por alguna razón que desconozco, no están en el video. He señalado con asteriscos el lugar en que aparecen en el libro, y los he agregado al final del texto del video.
[Las primeras palabras que se escuchan en el video son en noruego. En seguida, al mismo tiempo que se muestra la información acerca del programa radial en un periódico, la voz del ‘presentador de la radio’ dice: “Esta noche, la BBC presenta la primera de una serie de charlas llamada ‘El bien y el Mal - Una pista del significado del universo’, por C. S. Lewis. Esta charla se titula ‘Decencia Común’. Y ahora, el Sr. Lewis.”]


[Lewis] Buenas noches. Todos hemos oído discutir a los demás. A veces suena gracioso y a veces suena muy desagradable. Pero como quiera que suene, creo que podemos aprender algo muy importante de escuchar la clase de cosas que dicen. Dicen cosas como esto:  “¿Qué te parecería si alguien te hiciera lo mismo a ti?” “¡Ese es mi asiento!, yo estaba ahí primero.” “¡Déjalo en paz; no te está haciendo ningún daño!”  “¿Por qué te vas a poner primero que yo?” “Dame un pedazo de tu naranja; yo te di un pedazo de la mía.” “¡Vamos, lo prometiste!” La gente dice cosas como eso todos los días, tanto gente educada como sin educación; y niños, además de adultos.  
Bien, lo que me interesa de todos estos comentarios es que el hombre que los hace no está simplemente diciendo que el comportamiento del otro hombre no le agrada. Está apelando a una cierta norma de comportamiento que espera que el otro hombre conozca. Y el otro hombre muy rara vez contesta: “Al diablo con tu norma”. Casi siempre intenta hacer creer que lo que ha estado haciendo no va realmente contra la norma, o que si lo está haciendo hay alguna excusa especial. Pretende [hace que parezca] que hay alguna razón especial en este caso en particular del por qué la persona que ocupó primero el asiento no debería quedarse con él, o de que las cosas eran muy diferentes cuando se le dio el trozo de naranja, o de que ha ocurrido algo que lo exime de cumplir su promesa. De hecho, parece como si ambas partes tuvieran presente alguna especie de Ley, o Regla de juego limpio, o comportamiento decente, o moralidad, o como quiera llamársele, acerca de la cual están muy de acuerdo. Y la tienen presente. Si no la tuvieran, podrían, por supuesto, pelear como animales, pero no podrían disputar en el sentido humano de la palabra. Disputar significa intentar demostrar que el otro hombre está equivocado. Y no tendría sentido intentar hacer eso, a menos que usted y él tuvieran algún tipo de acuerdo en cuanto a lo que está bien y lo que está mal; del mismo modo que no tendría sentido decir que un jugador de fútbol ha cometido una falta, a menos que haya algún acuerdo sobre las reglas de fútbol.
Ahora bien, esta Ley o Regla sobre lo que está bien o está mal solía llamarse La ley de la naturaleza. Hoy en día, cuando hablamos de las “leyes de la naturaleza” generalmente nos referirnos a cosas como la gravedad, o la herencia, o las leyes de la química. Pero cuando los pensadores antiguos llamaban a la ley del bien y el mal “La ley de la naturaleza”, ellos se referían en realidad a la “Ley de la naturaleza humana”. La idea era que, así como todos los cuerpos están gobernados por la ley de la gravedad y las sustancias químicas por las leyes de la química, la criatura llamada hombre también tenía su ley —con esta gran diferencia: que la piedra no podía elegir si obedecía o no a la ley de la gravedad, pero un hombre podía elegir si obedecer a la Ley de la naturaleza humana, o desobedecerla.  
* Ver párrafo al final del documento
Ellos la llamaban Ley de la naturaleza, porque pensaban que todos la conocían por naturaleza, y no necesitaba ser enseñada. No querían decir, por supuesto, que no se pudiera encontrar un  individuo raro aquí y allá que no la conociera, así como uno encuentra unas pocas personas daltónicas, o que no tienen oído para la música. Pero tomando la raza como un todo, pensaban que la idea humana de un comportamiento decente era evidente para todo el mundo. Y yo creo que tenían razón. Si no la tenían, entonces todas las cosas que dijimos sobre la guerra son tonterías. ¿Qué sentido tenía decir que el enemigo estaba equivocado, a menos que el bien sea una cosa real que, en el fondo, los alemanes conocían tan bien como nosotros, y deberían haber practicado? Si ellos no hubieran tenido noción de lo que nosotros entendemos por Bien, entonces, aunque aún así hubiéramos tenido que luchar contra ellos, no podríamos haberlos culpado por eso más de lo que podríamos haberlos culpado por el color de su pelo.
Sé que algunas personas dicen que la idea de una Ley de la naturaleza o comportamiento decente conocida por todos los hombres es poco sólida, porque diferentes civilizaciones y diferentes épocas han tenido moralidades completamente diferentes. Pero esto no es cierto. Ha habido diferencias, ligeramente, entre sus moralidades; pero éstas nunca han llegado a ser, para nada, una diferencia total.
*** Ver párrafo al final del documento.
Sólo piense en lo que significaría una moral totalmente diferente. Piense en un país donde las personas fueran admiradas por huír de la batalla, o donde un hombre se sintiera orgulloso de darle una puñalada por la espalda [traicionar] a todas las personas que hayan sido amables con él. Uno también podría tratar de imaginar un país donde dos y dos fueran cinco. Los hombres han diferido en cuanto a con qué personas se debería ser altruista —si sólo con la propia familia, o los compatriotas, o con todos— pero siempre han estado de acuerdo en que uno no debería ponerse en primer lugar. El egoísmo nunca ha sido admirado. Los hombres han diferido en cuanto a si uno debería tener una esposa o cuatro; pero siempre han convenido en que simplemente uno no debe tener a cualquier mujer que le guste. Pero lo más notable es esto: Cuando sea que se encuentre a un hombre que dice que no cree en un 'Bien y Mal' reales [que existen], se encontrará al mismo hombre desdiciéndose un momento después. Él puede romper su promesa hacia usted, pero si usted intenta romper una hecha a él estará quejándose: "No es justo", antes de que usted pueda decir esta boca es mía [hablar/decir palabra].
Una nación puede decir que los tratados dan lo mismo, pero luego, al minuto siguiente, echar a perder su caso diciendo que el tratado en particular que quiere violar era injusto. Pero si los tratados dan lo mismo, y si no existe tal cosa como Bien y Mal —en otras palabras, si no hay una ley de la naturaleza— ¿cuál es la diferencia entre un tratado justo y uno injusto? ¿No se han delatado mostrando que, digan lo que digan, en realidad conocen la Ley de la Naturaleza como todos los demás? Parece, entonces, que nos vemos forzados a creer en un bien y mal reales [que exiten]. La gente puede a veces estar equivocada acerca de ellos, así como hay gente que suma mal; pero ellos no son un asunto de mero gusto u opinión, del mismo modo que no lo son las tablas de multiplicar.
Ahora, si estamos de acuerdo en eso pasaré a mi siguiente punto, que es éste: Ninguno de nosotros guarda realmente la ley de la naturaleza. Si hay alguna excepción entre ustedes, me disculpo. Sería mucho mejor que escucharan otra radio, porque nada de lo que voy a decir les concierne.
Y ahora, volviendo a los seres humanos comunes que quedan, espero que no malinterpreten lo que voy a decir. No estoy predicando, y Dios sabe que no pretendo ser mejor que nadie más. Sólo estoy tratando llamar la atención respecto a un hecho: El hecho de que este año, o este mes, o más probablemente, este mismo día, nosotros mismos no hemos logrado practicar la clase de comportamiento que esperamos de otras personas. Puede haber todo tipo de excusas para nosotros: Aquella vez que fuiste tan injusto con los niños fue porque estabas muy cansado. Aquel asunto de dinero ligeramente turbio —el que casi has olvidado— ocurrió cuando estabas muy escaso de dinero. Y lo que prometiste hacer por el viejo fulano de tal y nunca has hecho —bueno, nunca lo habrías prometido si hubieras sabido lo terriblemente ocupado que ibas a estar. Y en cuanto a tu comportamiento con tu esposa (o marido), o tu hermana (o hermano), si yo supiera lo irritantes que pueden llegar a ser, no me extrañaría de ello. ¿Y quién diantres soy yo, después de todo? Yo soy exactamente igual. Es decir, no logro cumplir muy bien con la ley de la naturaleza, y en el momento en que alguien me dice que no la estoy cumpliendo, se inicia en mi mente una serie de excusas tan larga como el brazo suyo. En este momento la pregunta no es si son buenas excusas. El punto es, que son una prueba más de cuán profundamente —nos guste o no— creemos en la Ley de la naturaleza.
Si no creyéramos en un comportamiento decente, ¿por qué estaríamos tan ansiosos de dar excusas por no habernos comportado decentemente? La verdad es que creemos tanto en la decencia —percibimos tanto la Regla o Ley presionando sobre nosotros— que no soportamos enfrentar el hecho de que la estamos transgrediendo y, en consecuencia, intentamos eludir la responsabilidad. Porque ustedes se dan cuenta de que es sólo para nuestro mal comportamiento que encontramos todas estas explicaciones. Lo que atribuimos al hecho de estar cansados, o preocupados, o hambrientos, es sólo nuestro mal carácter; nuestro buen carácter lo atribuimos a nosotros mismos.
Estos son, entonces, los dos puntos que quería tratar esta noche. En primer lugar, que los seres humanos, en todo el mundo, tienen esta curiosa idea de que deberían comportarse de una determinada manera, y en realidad no pueden deshacerse de ella. En segundo lugar, que de hecho no se comportan de esa manera. Ellos conocen la ley de la naturaleza; ellos la transgreden. Estos dos hechos son el fundamento de todo pensamiento claro acerca de nosotros mismos y del universo en que vivimos. Gracias.


* Podemos decirlo de otra manera. Todo hombre se encuentra en todo momento sujeto a varios conjuntos de leyes, pero sólo hay una ley que es libre de desobedecer. Como cuerpo, está sujeto a la ley de la gravedad y no puede desobedecerla; si se lo deja sin apoyo en el aire no tiene más elección sobre su caída de la que tiene una piedra. Como organismo, está sujeto a varias leyes biológicas que no puede desobedecer, como tampoco puede desobedecerlas un animal. Es decir, que no puede desobedecer aquellas leyes que comparte con otras cosas; pero la ley que es peculiar a su naturaleza humana, la ley que no comparte con animales, o vegetales, o cosas inorgánicas, es la que puede desobedecer, si así lo quiere.


*** Si cualquiera se toma la molestia de comparar la enseñanza moral de, digamos, los antiguos egipcios, babilonios, hindúes, chinos, griegos y romanos, lo que realmente le va a impresionar [llamar la atención]; va a ser lo similares que son entre sí, y con la nuestra. Algunas evidencias de esto las he reunido en el apédice de otro libro, llamado La Abolición del Hombre; pero, para este propósito [el que le ocupa en esta charla] , sólo necesito pedirle al lector que piense en lo que signficaría una moral totalmente diferente.