sábado, 17 de septiembre de 2016

Mero Cristianismo libro I, charla 5 - Autor: C. S. Lewis.

(13:52 min, publicado por CSLewisDoodle)


Título en inglés: Mere Christianity by C.S. Lewis Doodle (BBC Talk 5/Chapter 2)


Título en castellano: Mero Cristianismo, por C.S. Lewis Doodle. (BBC charla 5/Libro 1, capítulo 2)
(Charla emitida el 3 de septiembre de 1941; en el video dice 13 agosto 1941, pero en la descripción el autor corrige la fecha)


Notas del autor del video en la descripción:
Esta charla fue llamada “Algunas Objeciones” en el capítulo 2 del libro ‘Mero Cristianismo’ de Lewis.


Las ilustraciones [a continuación del texto leído] de la Ley moral/Ley natural encontradas en otras épocas y culturas se tomaron del apéndice del libro ‘La Abolición del hombre”, por C. S. Lewis, disponible para verse aquí: http://www.amazon.com/Abolition-Man-C...


Usted puede encontrar el libro aquí: http://www.amazon.com/Mere-Christiani...


(Esta emisión tuvo lugar en el cenit del poder nazi, con la rápida invasión de Rusia, a toda marcha, tomando prisioneros a cientos de miles de soldados soviéticos.)


Corrección: Descubrí en revistas antiguas que esta emisión en realidad tuvo lugar el 3 de septiembre de 1941, y fue transmitida como la charla #5 de la serie; se llamó ''Preguntas de los radioescuchas/radioyentes”.


Notas de la traductora:
1) Usé como base esta traducción de “Mero cristianismo’: https://elteologillo.files.wordpress.com/2012/08/13294388-mero-cristianismo.pdf

2) Lewis usa la palabra ‘quislings’ (=colaboracionistas, colaboradores), que traduzco como traidoras** (y marco con asteriscos). En terminologia militar, un colaboracionista es un traidor que ayuda a una fuerza enemiga ocupando su país [en este contexto, la tierra].
Esta palabra empezó a usarse después de que Vidkun Quisling (1887-1945) oficial militar noruego y nominalmente primer ministro después de la ocupación alemana de Noruega colaborara con los nazis durante la ocupación (1940-1945). Fue encontrado culpable de alta traición en el juico de Noruega posterior a la II Guerra Mundial y ejecutado por un pelotón de fusilamiento.

Mero Cristianismo, por C. S. Lewis.


Algunas objeciones (a la idea de una Ley Moral universal).


Algunas de las cartas que he recibido muestran que un buen número de personas encuentra difícil comprender qué es esta Ley de la naturaleza humana, o Ley moral, o Regla del comportamiento decente.
Por ejemplo, algunas personas me escribieron diciendo: ”¿Lo que usted llama Ley moral no es simplemente nuestro instinto gregario que no se ha desarrollado del mismo modo que los demás instintos?”.
Bueno, yo no niego que podamos tener un instinto gregario; pero eso no es lo que quiero decir con ‘la ley moral’. Todos sabemos lo que se siente al ser impulsados por instinto: por el amor maternal, o el instinto sexual, o el instinto por la comida. Significa que uno siente una intensa necesidad o deseo de actuar de una determinada manera. Y, claro, a veces sí sentimos ese tipo de deseo de ayudar a otra persona; y sin duda ese deseo se debe al instinto gregario. Pero sentir un deseo de ayudar es muy diferente de sentir que uno debería ayudar, lo quiera o no.
Suponga que oye un grito de auxilio de un hombre en peligro. Probablemente usted sentirá dos deseos: uno, un deseo de prestar ayuda (debido a su instinto gregario); el otro, un deseo de mantenerse a salvo del peligro (debido al instinto de conservación propia [autopreservación]). Pero dentro de usted encontrará, además de estos dos impulsos, una tercera cosa que le dice que debería seguir el impulso de prestar ayuda, y reprimir el impulso de escapar. Bien, esta cosa que juzga entre dos instintos, que decide cuál debe ser alentado, no puede ser ninguno de ellos. Usted podría decir también que la partitura de música que le indica, en un momento dado, tocar una nota del piano y no otra, es ella misma una de las notas del teclado. La ley moral nos indica qué canción tenemos que tocar; nuestros instintos son meramente las teclas.

Otra forma de ver que la ley moral no es simplemente uno de nuestros instintos es ésta: Si dos instintos están en conflicto, y no hay nada en la mente de una criatura excepto esos dos instintos, es evidente que debe ganar el más fuerte de los dos. Pero en esos momentos en que estamos más conscientes de la ley moral, ésta normalmente parece estar diciéndonos que nos pongamos del lado del más débil de los dos impulsos. Probablemente usted desee estar a salvo, mucho más de lo que desea ayudar al nombre que se está ahogando; pero la ley moral le dice que lo ayude, de todas formas. Y ciertamente, a menudo nos dice que tratemos de que el impulso correcto sea más fuerte de lo que naturalmente es.
Quiero decir, a menudo sentimos que es nuestro deber estimular el instinto gregario, despertando nuestra imaginación, suscitando nuestra compasión, etc., a fin de que tengamos fuerzas suficientes para hacer lo correcto. Pero claramente, no estamos actuando por instinto cuando nos disponemos a hacer que un instinto sea más fuerte de lo que es. Lo que le dice a usted: “Tu instinto gregario está dormido. Despiértalo”, no puede ser el instinto gregario mismo. Lo que le dice a usted cuál nota del piano debe ser tocada más fuerte no puede, ella misma, ser esa nota.


Esta es una tercera manera de verlo: Si la ley moral fuera uno de nuestros instintos, deberíamos ser capaces de señalar a algún impulso en particular adentro de nosotros —el cual fuera siempre lo que llamamos “bueno”— siempre de acuerdo con la norma del comportamiento correcto. Pero no se puede. No hay ninguno de nuestros impulsos que la ley moral no pueda, a veces, decirnos que reprimamos; y ninguno al que no pueda, a veces, decirnos que alentemos. Es un error pensar que algunos de nuestros impulsos —digamos, el amor maternal, o el patriotismo— son buenos; y otros, como el instinto sexual o el instinto de lucha, son malos. Todo lo que queremos decir es que las ocasiones en que el instinto de lucha, o el deseo sexual necesitan ser refrenados, son bastante más frecuentes que las de refrenar el amor maternal o el patriotismo. Pero hay situaciones en las que el deber de un hombre casado es alentar su impulso sexual, y de un soldado alentar el instinto de lucha.
Hay también ocasiones en las que el amor de una madre por sus propios hijos, o el amor de un hombre por su propio país tienen que ser reprimidos, o van a conducir a injusticia hacia los hijos de otras personas, o países. Estrictamente hablando, no hay cosas tales como impulsos buenos o malos. Piense otra vez en un piano. No tiene dos tipos de notas, las notas “correctas” y las “equivocadas”. Cada nota es correcta en un momento dado, y equivocada en otro. La ley moral no es algún instinto en particular, o algún conjunto de instintos: Es algo que compone una especie de melodía (la melodía que llamamos bondad, o conducta adecuada), al dirigir los instintos.
A propósito, este punto es de gran consecuencia práctica. Lo más peligroso que usted puede hacer es tomar cualquier impulso particular de su propia naturaleza y establecerlo como aquello que usted tiene que seguir a toda costa. No hay un solo impulso que no nos convierta en demonios si lo establecemos como una guía absoluta. Usted podría pensar que el amor hacia la humanidad en general estuviera a salvo, pero no lo está. Si usted deja fuera la justicia, se encontrará quebrantando acuerdos y falseando pruebas en juicios “en bien de la humanidad” y se convertirá, al final, en un hombre cruel y traidor.  


Otras personas me escribieron diciendo: “¿Lo que usted llama la Ley moral no es simplemente una convención social, algo que se nos inculca por educación?” Creo que hay un malentendido aquí. Las personas que hacen esa pregunta suelen dar por sentado que si hemos aprendido algo de nuestros padres o maestros, entonces eso debe ser meramente una invención humana. Pero evidentemente, eso no es así. Todos aprendimos las tablas de multiplicar en el colegio. Un niño que creció solo en una isla desierta no las sabría. Pero, ciertamente, no se infiere que las tablas de multiplicar son simplemente una convención humana, algo que los seres humanos han inventado para sí mismos y podrían haber hecho diferente si lo hubieran querido. Estoy completamente de acuerdo en que aprendemos la norma del comportamiento decente de los padres y maestros, y los amigos y los libros, como aprendemos todo lo demás. Pero algunas de las cosas que aprendemos son meras convenciones que podrían haber sido diferentes —aprendemos a mantenernos en el lado izquierdo de la calle, pero la norma podría haber sido también que nos mantuviéramos a la derecha [habla de Inglaterra] —y otras de ellas, como las matemáticas, son verdades reales. La pregunta es: ¿A qué tipo pertenece la Ley de la naturaleza humana?


Hay dos razones para decir que pertenece al mismo tipo que las matemáticas. La primera es, como dije en la primera emisón, que aunque hay diferencias entre las ideas morales de una época, o las de un país y las de otro, las diferencias no son en realidad muy grandes —ni de lejos tan grandes como la mayoría de la gente imagina— y usted puede reconocer la misma ley operando en todos ellos; mientras que las meras convenciones, como las normas del tránsito, o el tipo de ropa que la gente use, pueden diferir de alguna manera.
La otra razón es ésta: Cuando usted piensa en estas diferencias entre la moralidad de un pueblo y otro, ¿piensa que la moralidad de un pueblo es en algún momento mejor, o peor, que aquella del otro? ¿Algunos de los cambios han sido mejoramientos? Si no, entonces desde luego no podría haber habido ningún progreso moral. Progreso significa no sólo cambiar, sino cambiar para mejor. Si ningún conjunto de ideas morales fuera más verdadero, o mejor que otro, no tendría ningún sentido preferir la moral civilizada a la moral salvaje, o la moral cristiana a la moral nazi. De hecho, naturalmente, todos creemos que algunas moralidades son mejores que otras. Creemos que algunas de las personas que intentaron cambiar las ideas morales de su época fueron lo que llamamos reformadores o pioneros —personas que comprendieron la moralidad mejor que sus vecinos.
Pues bien entonces, en el momento en que usted dice que un conjunto de ideas morales puede ser mejor que otro está, de hecho, midiéndolo por una norma, diciendo que uno de ellos se ajusta a esa norma mucho más que el otro. Pero la norma que mide dos cosas es algo que es diferente de ambas. De hecho, usted está comparándolas con una ‘moralidad real’, admitiendo que existe algo como un real ‘Bien’ independiente de lo que la gente piense, y que las ideas de algunas personas se acercan más a ese Bien real que otras.
O dicho de esta manera: Si sus ideas morales pueden ser más verdaderas, y las de los nazis menos verdaderas, debe haber algo —alguna Moralidad real—  para que ellas se aproximen más a la verdad. La razón por la que su idea de Nueva York pueda ser más verdadera o menos verdadera que la mía es que Nueva York es un lugar real, que existe completamente aparte de lo que piense cualquiera de nosotros dos. Si cuando cada uno de nosotros dijera “Nueva York” cada uno quisiera decir meramente “la ciudad que estoy imaginando en mi cabeza”, ¿cómo podría uno de nosotros tener ideas más verdaderas que el otro? No habría ninguna pregunta acerca de verdad o falsedad en absoluto.
Del mismo modo, si la norma del comportamiento decente significara simplemente “lo que cada nación apruebe”, no habría ningún sentido en decir que cualquier nación hubiera estado alguna vez más correcta en su aprobación que alguna otra; ningún sentido en decir que algún día el mundo podría mejorar o empeorar moralmente.

Concluyo entonces que, pese a que las diferencias entre las ideas de la gente acerca del comportamiento decente a menudo hacen sospechar que no hay en absoluto una Ley real natural de comportamiento, al final, las cosas que tendemos a pensar [que inevitablemente pensamos] acerca de estas diferencias realmente prueban justo lo contrario.

Pero, una observación antes de terminar. He conocido personas que exageran las diferencias, porque no han distinguido entre diferencias de moralidad y diferencias de creencia acerca de hechos. Por ejemplo, un hombre me dijo: “Trescientos años atrás había gente en Inglaterra que mataba a las brujas. ¿Era eso lo que usted llama la Regla de la naturaleza humana o Conducta correcta?”
Pero verdaderamente, la razón por la que no ejecutamos brujas es porque no creemos que haya semejantes criaturas. Si fuera así —si realmente pensáramos que había gente pasando de un lugar a otro, que se había vendido al diablo y recibido de él poderes sobrenaturales a cambio y estaba usando estos poderes para matar a sus vecinos, o volverlos locos, o provocar mal tiempo— seguramente estaríamos todos de acuerdo en que si alguien merecía la pena de muerte, entonces estas sucias traidoras**  la merecían.
Aquí no hay diferencia de principio moral: La diferencia es simplemente acerca del hecho propiamente tal. Puede ser que no creer en brujas sea un gran avance en conocimiento: No hay avance moral en no ejecutarlas, cuando no se cree que estén ahí. Usted no llamaría a un hombre ‘compasivo’ por dejar de poner trampas para ratones, si él lo hizo porque creyó que no había ratones en la casa.





(Final del video, luego que termina la lectura del texto de la charla.)


(Como si escrito en una máquina de escribir)
Algunas ilustraciones... (de la Ley Moral universal)



‘Yo no he asesinado hombres.’
(Egipcio antiguo. De las ‘Confesiones del alma justa’)


* El asesinato considerado malo.




‘Yo vi en Náströnd (= infierno)... seductores de esposas de otros.’
(Nórdico antiguo, Völuspá [primer y más conocido de los poemas anónimos atribuidos a a la antigua Escandinavia; mitologia del paganismo nórdico])


*El adulterio considerado malo.



‘Yo no recurrí al engaño, ni hice falsos juramentos.’
(Anglosajón, Beowulf [puede ser el más antiguo poema épico anglosajón])


*El robo considerado malo.




‘Si el nativo hacía un “hallazgo" de cualquier tipo (por ejemplo, un árbol ‘de miel’) y lo marcaba, de ahí en adelante estaba asegurado para él, en lo que concernía a los miembros de su propia tribu, sin importar cuanto tiempo lo dejaba [no estaba ahí desde que lo encontró]."
(Aborígenes australianos.)


*Los derechos de propiedad respetados.


‘No pronuncie ninguna palabra que pueda herir a alguien.’
(Indio antiguo, Ley de Manu [antiguo texto legal hindú].)


*Los insultos considerados malos.



'Si es atacado, esté dispuesto a morir por el Buen camino’.
(Chinesco antiguo, Analects [colección de dichos e ideas atribuidos al filósofo Confucio y sus contemporáneos].)


*El coraje y la abnegación considerados correctos.

‘El hombre debe preferir la muerte a la esclavitud y las obras deshonrosas [viles].
(Romano, Cicerón, [‘De Officiis i, xxii’] .)


*Evitar las malas obras a cualquier precio.


‘Verá que ellos se encarguen de ... las viudas, los huérfanos y los ancianos, nunca reprochándolos.’
(Nativo norteamericano)


*La generosidad considerada correcta.



'Detestable para mí ... es aquel hombre que dice una cosa, y oculta otra en su corazón.'
(Griego, Homero, Ilíada.)


*La adulación considerada mala.



‘Hable bondad… muestre buena voluntad.’
(Babilonio, Himno.)


*La bondad considerada correcta.





sábado, 10 de septiembre de 2016

Mero Cristianismo libro I, charla 4 - Autor: C. S. Lewis.

(10:34 min, publicado por CSLewisDoodle)


Título en inglés: ‘We have cause to be uneasy by C.S. Lewis Doodle (BBC Talk 4/Chapter 5)


Título en castellano: ‘Tenemos motivo suficiente para estar intranquilos’, por C.S. Lewis Doodle. (BBC charla 4/capítulo 5)
(Charla emitida el 27 de agosto de 1941)


Algunas notas del autor del video en la descripción:
Esta cuarta charla pasó a ser el capítulo cinco del Libro ‘Mero Crisitanismo” de Lewis, y originalmente fue llamado ‘¿Que hacemos con eso?’  0:04 Las campanadas del Big Ben son una oración en la sala donde está el reloj: “A lo largo de esta hora/ Señor, sé mi guía/ Que por Tu poder/ Ninguna pisada resbale: https://drive.google.com/file/d/0B9Mm...

Usted puede encontrar el libro aquí: http://www.amazon.com/Mere-Christiani...


Nota de la traductora:
1) Usé como base esta traducción de “Mero cristianismo’ https://elteologillo.files.wordpress.com/2012/08/13294388-mero-cristianismo.pdf


Mero Cristianismo, por C. S. Lewis.


Tenemos motivo suficiente para estar intranquilos.


Terminé mi última emisión con la idea de que en la ley moral ‘alguien’ o ‘algo’ desde más allá del universo material estaba, realmente, queriendo llegar a nosotros. Y supongo que cuando llegué a ese punto algunos de ustedes sintieron cierto fastidio. Pueden incluso haber pensado que yo les había tendido una trampa —que había estado envolviendo cuidadosamente, para que pareciera filosofía, lo que resulta ser una “cháchara religiosa” más. Puede que hayan sentido que estaban dispuestos a escucharme mientras pensaran que tenía algo nuevo que decir; pero si resulta ser sólo religión, ¡bueno, el mundo ha intentado eso y no se puede retrasar el reloj! [retroceder en el tiempo]. Si alguien se está sintiendo de esa manera, me gustaría decirle tres cosas:


En primer lugar, en cuanto a retrasar el reloj, ¿pensarían que estaría bromeando si dijera que el reloj se puede retrasar, y que si el reloj tiene la hora equivocada es a menudo algo muy sensato de hacer? Pero preferiría alejarme de toda esa idea de los relojes.
Todos queremos progreso. Pero progreso significa acercarse más al lugar donde usted quiere estar. Y si usted ha tomado un camino equivocado, entonces avanzar no lo lleva más cerca. Si se está en el camino equivocado, progreso significa dar una media vuelta y volver al camino correcto; y en ese caso, el hombre que se devuelve antes es el hombre más progresivo. Todos hemos visto esto cuando hacemos cálculos aritméticos. Cuando he empezado una suma de la manera equivocada, cuanto antes admita esto y retroceda y empiece de nuevo, más rápido voy a progresar. No hay nada de progresivo en ser cabeza dura [testarudo] y rehusar a admitir un error. Y creo que si usted observa el estado actual del mundo, es bastante evidente que la humanidad ha estado cometiendo un gran error. Estamos en el camino equivocado. Y si eso es así, debemos volver atrás. Volver atrás es la manera más rápida de avanzar.


En segundo lugar, esto todavía no se ha convertido exactamente en una “cháchara religiosa”. No hemos llegado aún al Dios de ninguna religión propiamente tal, y menos aún al Dios de esa religión particular llamada cristianismo. Solamente hemos llegado hasta un Alguien o un Algo que está detrás de la ley moral. No estamos tomando nada de la Biblia o de las iglesias; estamos intentando ver qué podemos descubrir acerca de este Alguien por nuestra propia cuenta. Y quiero dejar muy claro que lo que descubrimos por nuestra propia cuenta es algo que nos conmociona. Tenemos dos pequeñas evidencias acerca del ‘Alguien’.
Una, es el universo que Él ha hecho. Si usáramos eso como nuestra única pista, entonces creo que tendríamos que llegar a la conclusión de que Él fue un gran artista (porque el universo es un lugar muy bello), pero también que Él es bastante despiadado y no es amigo del hombre (porque el universo es un lugar muy peligroso y aterrador).
La otra pequeña evidencia es esa ley moral que Él ha puesto en nuestras mentes. Y ésta es una mejor evidencia que la otra, porque es información confidencial. Se descubre más acerca de Dios a través de la ley moral que a través del universo en general, del mismo modo que se descubre más acerca de un hombre escuchando su conversación, que mirando la casa que ha construido. Bien, de este segundo indicio de evidencia llegamos a la conclusión de que el Ser detrás del universo está intensamente interesado en la conducta correcta —en el juego limpio, el altruísmo, el coraje, la buena fe, la honestidad y la veracidad.
En ese sentido deberíamos estar de acuerdo con el reporte proporcionado por el cristianismo y otras religiones, de que Dios es “bueno”. Pero no vayamos demasiado deprisa aquí. La ley moral no nos da ninguna base para pensar que Dios es “bueno” en el sentido de ser indulgente, o blando, o simpático.  No hay nada indulgente acerca de la ley moral. Es tan dura como el acero. Le dice a usted que haga lo correcto y parece no importarle cuán doloroso, peligroso, o difícil que es hacerlo. Si Dios es como la ley moral, entonces Él no es blando.  En esta etapa no sirve de nada decir que a lo que usted se refiere con Dios “bueno” es a un Dios que puede perdonar. Usted está yendo demasiado rápido. Sólo una Persona puede perdonar. Y aún no hemos llegado tan lejos como a un Dios personal —únicamente hasta un Poder detrás de la ley moral, y más parecido a una mente que a cualquier otra cosa. Pero todavía puede ser muy diferente de una Persona.
Si es una mente impersonal pura, puede no tener sentido pedirle que haga excepciones con usted, o que lo absuelva, del mismo modo que no tiene sentido pedirle a la tabla de multiplicar que lo excuse cuando usted saca mal sus cuentas. Es seguro que usted va a obtener la respuesta equivocada. Y tampoco sirve de nada decir que si hay un Dios de ese tipo —una bondad impersonal absoluta— entonces a usted no le gusta, y no va a inmutarse por Él; porque el problema es que una parte de usted está de Su parte, y está realmente  de acuerdo con Su desaprobación de la avaricia, el engaño y la explotación. Puede ser que usted quiera que Él haga una excepción en el caso suyo, que lo absuelva por esta única vez; pero en el fondo usted sabe que, a menos que el Poder que hay detrás del mundo —de verdad e inalterablemente— deteste esa clase de comportamiento, entonces Él no puede ser bueno. Por otro lado, sabemos que si sí existe una bondad absoluta ésta debe detestar la mayor parte de lo que hacemos. Ése es el terrible aprieto en el que nos encontramos.
Si el universo no está gobernado por una bondad absoluta, entonces todos nuestros esfuerzos son, a la larga, inútiles. Pero si lo está, entonces nos estamos enemistando con esa bondad todos los días; y no es en lo más mínimo probable que mañana lo hagamos mejor, de modo que, nuevamente, nuestro caso es desesperado. No podemos hacerlo sin ella, y no podemos hacerlo con ella. Dios es el único consuelo; Él es también el terror supremo: lo que más necesitamos y aquello de lo que más queremos escondernos. Él es nuestro único posible aliado, y nos hemos hecho Sus enemigos. Algunas personas hablan como si encontrarse con la mirada de la bondad absoluta fuera divertido. Tienen que volver a pensarlo. Todavía están solamente jugando con la religión. La Bondad es, o la gran seguridad, o el gran peligro, según la manera en que se reaccione a ella. Y nosotros hemos reaccionado de la manera equivocada.


Ahora, mi tercer punto. Cuando elegí llegar a mi verdadero tema de esta manera indirecta, no estaba intentando tenderle ninguna trampa a usted. Tenía una razón diferente. Mi razón era que el cristianismo sencillamente no tiene sentido, hasta que usted ha enfrentado el tipo de hechos que he estado describiendo.
El cristianismo le dice a la gente que se arrepienta, y le promete perdón. Por lo tanto, no tiene nada que decir —hasta donde sé—  a personas que no perciben que han hecho algo por lo que deban arrepentirse, y que no perciben que necesitan perdón. Es después de que uno se ha dado cuenta de que existe una ley moral real, y un Poder detrás de la ley, y de que usted ha infringido esa ley y se ha puesto a mal con ese Poder —es después de todo esto, y no un momento antes— que el cristianismo empieza a hablar. Cuando uno sabe que está enfermo, escuchará al médico. Cuando uno se ha dado cuenta de que nuestra posición es casi desesperada, empezará a entender de qué están hablando los cristianos. Ellos ofrecen una explicación de cómo hemos llegado a nuestro estado actual de, a la vez, detestar y amar la bondad. Ellos ofrecen una explicación de cómo Dios puede ser esta mente impersonal detrás de la ley moral y, además, también una Persona. Le dicen a usted cómo las exigencias de esta ley, que ni ustedes ni yo podemos cumplir, han sido cumplidas a nuestro favor; cómo Dios mismo se hace hombre para salvar al hombre de la desaprobación de Dios.
Es una vieja historia y si usted quiere profundizar en ella tendrá, sin duda, que consultar a personas que tienen más autoridad que yo para hablar sobre ella. Todo lo que estoy haciendo es pedirle a la gente que enfrente los hechos —entender las preguntas que el cristianismo afirma responder. Y son hechos muy aterradores. Me gustaría que fuera posible decir algo más agradable. Pero debo decir lo que pienso que es verdad. Por supuesto, estoy bastante de acuerdo en que la religión cristiana es, a la larga, indeciblemente consoladora.  Pero no empieza con consuelo; empieza con el desaliento que he estado describiendo, y no sirve de nada pasar al consuelo sin haber pasado primero por el desaliento. En la religión, como en la guerra y todo lo demás, el consuelo es la única cosa que no se puede obtener buscándolo.

Si usted busca la verdad, puede encontrar consuelo al final. Si usted busca consuelo, no obtendrá ni consuelo ni verdad, únicamente adulación y esperanzas ilusorias [basadas en quimeras] para empezar y, al final, desesperación. La mayoría de nosotros ha superado las esperanzas ilusorias acerca de la política internacional. Es hora de que hagamos lo mismo acerca de la religión.


jueves, 8 de septiembre de 2016

Mero Cristianismo libro I, charla 3 - Autor: C. S. Lewis.

(13:02 min, publicado por CSLewisDoodle)


Título en inglés: ‘What Lies Behind The Moral Law by C.S. Lewis Doodle (BBC Talk 3/Chapter 4)


Título en castellano: ‘Lo que Yace Detrás de la Ley Moral’, por C.S. Lewis Doodle. (BBC charla 3/Libro, capítulo 4)
(Charla emitida el 20 de agosto de 1941)


Notas del autor del video en la descripción:
Esta tercera charla llegó a ser el capítulo 4 del libro de Lewis ‘Mero Cristianismo’ y originalmente se llamó ‘Materialismo o Religión’.


Usted puede encontrar el libro aquí: http://www.amazon.com/Mere-Christiani...


Nota de la traductora:
1) Usé como base esta traducción de “Mero cristianismo’ https://elteologillo.files.wordpress.com/2012/08/13294388-mero-cristianismo.pdf



Mero Cristianismo, por C. S. Lewis.


Lo que yace detrás de la ley moral.


Vamos a resumir lo que hemos alcanzado a tocar hasta ahora.
En el caso de las piedras y los árboles y cosas de ese tipo, lo que llamamos ‘las leyes de la naturaleza’ pueden no ser otra cosa que una manera de hablar. Cuando se dice que la naturaleza está regida por ciertas leyes, puede que esto solamente quiera decir que la naturaleza, de hecho, se comporta de determinada manera. Las llamadas ‘leyes’ pueden no ser algo real —cualquier cosa por encima y más allá de los hechos propiamente tales que observamos—.
Pero en el caso del hombre, vimos que esto no es así. La ley de la naturaleza humana —o de lo que está bien y lo que está mal— debe ser algo por encima y más allá de los hechos propiamente tales del comportamiento humano. En este caso, además de los hechos reales, se tiene algo más: una ley real [que existe], que nosotros no inventamos, y que sabemos que deberíamos obedecer.


Ahora quiero considerar lo que esto nos dice acerca del universo en que vivimos. Desde que los hombres fueron capaces de pensar, han estado preguntándose qué es en realidad este universo y cómo llegó a estar ahí. Y, en términos muy generales, se han sostenido dos puntos de vista.
En primer lugar, existe lo que se llama el punto de vista materialista. Las personas que adoptan este punto de vista piensan que la materia y el espacio simplemente existen por casualidad y siempre han existido, nadie sabe por qué; y que la materia, al comportarse de ciertas maneras fijas, de casualidad —por una especie de chiripa [golpe de suerte/azar]— ha dado en producir criaturas como nosotros, que somos capaces de pensar. Por una posibilidad entre un millón, algo chocó contra nuestro sol y lo hizo producir los planetas; y por otra posibilidad entre un millón, los compuestos químicos necesarios para la vida, y la temperatura adecuada, ocurrieron en uno de estos planetas, y así, parte de la materia de esta tierra cobró vida; y luego, por una muy larga serie de coincidencias, las criaturas vivientes se convirtieron en seres como nosotros.
El otro punto de vista es el religioso. Según éste, lo que está detrás del universo se parece más a una mente, que a cualquier otra cosa que conozcamos. Es decir, es consciente y tiene propósitos, y prefiere una cosa a otra. Y en este punto de vista ‘ello’ hizo el universo, en parte con propósitos que desconocemos; pero en parte, en cualquier caso, para producir criaturas como sí mismo —quiero decir, ‘como sí mismo’ hasta el punto de tener mentes.
Por favor, no piensen que uno de estos puntos de vista fue sostenido hace mucho tiempo y que el otro ha tomado gradualmente su lugar. Dondequiera que haya habido hombres pensantes, aparecen ambas perspectivas. Y fíjense también en esto: No se puede descubrir cuál perspectiva es la correcta mediante la ciencia, en el sentido ordinario. La ciencia funciona por medio de experimentos. Observa cómo se comportan las cosas. Cada declaración científica, a la larga, por muy complicada que sea, significa algo como: “Apunté el telescopio a tal o cual parte del cielo a las 2:20 A. M. del día 15 de enero y vi tal y tal cosa”, o: “Puse un poco de esto en un matraz y lo calenté hasta llegar a tal y tal temperatura, e hizo esto y aquello”.  No piensen que estoy diciendo nada en contra de la ciencia: Sólo estoy diciendo cuál es su función. Y cuanto más científico es un hombre, más (creo yo) estaría de acuerdo conmigo en que ésta es la tarea de la ciencia —y es una tarea muy útil y necesaria también.
Pero el por qué alguna cosa llega a estar ahí, y si hay algo detrás de las cosas que observa la ciencia —algo de un tipo diferente— no es una cuestión científica. Si hay ‘algo detrás’ entonces, o tendrá que permanecer del todo desconocido para los hombres, o bien darse conocer [revelarse] de una manera diferente. La declaración de que existe algo así, o la declaración de que no existe tal cosa, ninguna de ellas son declaraciones que pueda hacer la ciencia. Y los científicos auténticos no suelen hacerlas.  Por lo general son los periodistas, o los novelistas populares que han recogido unos pocos fragmentos de ciencia a medio cocinar de los libros de texto los que suelen gustar de ellas. Después de todo, en realidad es un asunto de sentido común. Suponiendo que la ciencia alguna vez llegara a ser completa, de modo que conociera cada cosa del universo entero, ¿no es evidente que las preguntas: ”¿Por qué hay un universo?”, “¿Por qué funciona como funciona?”, “¿Tiene algún significado?”, seguirían tal y como como estaban?
Bien, la posición sería totalmente imposible si no fuera por esto: Hay una cosa, y solo una, en todo el universo, de la que sabemos más de lo que podemos aprender por medio de la observación externa. Esta única cosa es el hombre. No solamente observamos al hombre, somos hombres. En este caso tenemos, por así decirlo, información privilegiada; estamos en conocimiento [al tanto]. Y debido a esto, sabemos que los hombres se encuentran bajo una ley moral que ellos no hicieron, y que no pueden olvidar del todo —incluso si lo intentan— y que saben que deben obedecer. Fíjense en el siguiente punto: Cualquiera que estudiara al hombre desde el exterior, como nosotros estudiamos la electricidad o los repollos, sin saber nuestro idioma y, en consecuencia, sin poder conseguir ninguna información privilegiada sobre nosotros, sino meramente observando lo que hicimos, jamás obtendría la más mínima evidencia de que tenemos esta ley moral. ¿Cómo podría él? Porque sus observaciones sólo mostrarían lo que hicimos, y la ley moral es acerca de lo que deberíamos hacer. Del mismo modo, si hubiera cualquier cosa por encima y más allá de los hechos observados en el caso de las piedras o del clima, nosotros, al estudiarlos desde el exterior, jamás podríamos esperar descubrirlo.


La posición de la pregunta, entonces, es como esta: Queremos saber si el universo sencillamente resultó ser lo que es sin ninguna razón, o si hay un poder detrás de él que lo hace ser lo que es. Dado que ese poder —si existe— no sería uno de los hechos observados, sino una realidad que los hace, ninguna mera observación de los hechos puede encontrarlo. Hay sólo un caso en el que podemos saber si hay algo más, y ese caso es el nuestro; y en ese único caso encontramos que existe. O póngalo al revés: Si hubiera un poder controlador al exterior del universo, no podría mostrarse a sí mismo como uno de los hechos dentro del universo —al igual que el arquitecto de una casa no podría ser una pared, o una escalera, o una chimenea, en esa casa. La única manera en la que podríamos esperar que se mostrara a sí mismo sería dentro de nosotros mismos, como una influencia o un mandato, tratando de conseguir que nos comportemos de una determinada manera. Y eso es justamente lo que sí encontramos dentro de nosotros.
Verdaderamente, esto debería despertar nuestras sospechas. En el único caso en el que usted puede esperar conseguir una respuesta, la respuesta resulta ser ‘Sí’; y en los otros casos donde no se obtiene una respuesta, usted ve por qué no se obtiene. Supongamos que alguien me preguntara, cuando veo a un hombre de uniforme azul que va por la calle dejando pequeños paquetitos blancos en cada casa, por qué supongo que estos contienen cartas. Yo debería responder: “Porque cada vez que él deja un paquetito similar para mí, compruebo que contiene una carta.” Y si esa persona entonces objetara: “Pero tú nunca has visto todas esas cartas que piensas que reciben los demás”, yo diría: “Claro que no, y no esperaría verlas, porque no están dirigidas a mí. Estoy explicando los paquetitos que no se me permite abrir, por aquellos que sí se me permite abrir”.
Es lo mismo con respecto a esta cuestión. El único paquete que se me permite abrir, es el hombre. Cuando lo hago, especialmente cuando abro ese particular hombre llamado ‘Yo mismo’, encuentro que no existo por mí mismo, que estoy bajo una ley; que alguien o algo quiere que me comporte de una detrminada manera.  Desde luego, no creo que si pudiera meterme dentro de una piedra o de un árbol encontraría exactamente la misma cosa, así como no creo que todas las demás personas de la calle reciban las mismas cartas que yo. Yo esperaría, por ejemplo, encontrar que la piedra tuviera que obedecer la ley de gravedad —que mientras que el remitente de las cartas meramente me dice que obedezca la ley de mi naturaleza humana, Él compele a la piedra a que obedezca las leyes de su naturaleza de piedra. Pero yo esperaría encontrar que hubiera, por así decirlo, un remitente de cartas en ambos casos, un Poder detrás de los hechos, un Director, un Guía.
No piensen que voy más deprisa de lo que en realidad estoy yendo. Todavía no estoy a menos de 150 mil kilómetros del Dios de la teología cristiana. Todo lo que tengo es un ‘Algo’ que está dirigiendo el universo, y que aparece en mí como una ley que me urge a hacer el bien y me hace sentir responsable e incómodo cuando hago el mal. Creo que tenemos que asumir que se parece más a una mente que a cualquier otra cosa que conocemos —porque después de todo, la única otra cosa que conocemos es la materia, y uno apenas puede imaginar a un poquito de materia dando instrucciones. Pero, por supuesto, ello no tiene que ser muy parecido a una mente, menos aún parecerse a una persona.
En la próxima charla veremos si podemos descubrir algo más acerca de ello. Y una palabra de advertencia: se han dicho muchas cosas aduladoras acerca de Dios en los últimos cien años. Eso no es lo que estoy ofreciendo. Usted puede eliminar todo eso.


Nota.- Con el fin de que esta sección fuera lo suficientemente breve cuando fue emitida por radio, sólo mencioné el punto de vista materialista y el punto de vista religioso. Pero para que sea completo, debería mencionar el punto de vista intermedio, llamado ‘filosofía de la fuerza vital’, o ‘evolución creativa’, o ‘evolución emergente’. Las exposiciones más agudas acerca de esto aparecen en las obras de George Bernard Shaw; pero las más profundas, en las de Bergson.
Las personas que sostienen este punto de vista dicen que las pequeñas variaciones por las cuales la vida en esta tierra “evolucionó” de las formas más simples hasta el hombre no se debieron a la casualidad, sino al “esfuerzo” o el propósito” de una fuerza vital. Cuando la gente dice esto deberíamos preguntarle si por ‘fuerza vital’ quiere decir ‘algo que tiene mente, o no’. Si la tiene, entonces, “una mente que trae la vida a la existencia y la conduce a la perfección” es realmente un Dios, y por consiguiente su punto de vista es idéntico al religioso. Si no la tiene, ¿qué sentido tiene decir que algo que no tiene mente se “esfuerza” o tiene “propósitos”? Esto me parece fatal para su punto de vista.
Una de las razones por las que muchas personas encuentran tan atractiva la idea de la ‘evolución creativa’ es que les da gran parte del consuelo emocional de creer en Dios, y ninguna de las consecuencias menos agradables. Cuando usted se siente bien y el sol está brillando y no quiere creer que el universo entero es una mera danza mecánica de átomos, es agradable poder pensar en esta gran fuerza misteriosa ondeando [desplazándose formando ondas/olas] a lo largo de los siglos y transportándolo a usted en su cresta [de una de sus ondas]. Si, por otro lado, usted quiere hacer algo bastante tramposo [poco honrado], la fuerza vital —que es sólo una fuerza ciega, sin moral y sin mente— jamás lo estorbará, como ese fastidioso Dios del que supimos cuando éramos niños.
La ‘fuerza vital’ es una especie de dios domesticado. Usted puede conectarla cuando quiera, pero ella no lo fastidiará. Todas las emociones de la religión y ninguno de los costos.
¿Es la ‘fuerza vital’ el mayor logro de esperanza ilusoria [basada en quimeras] que el mundo ha visto jamás?