sábado, 17 de septiembre de 2016

Mero Cristianismo libro I, charla 5 - Autor: C. S. Lewis.

(13:52 min, publicado por CSLewisDoodle)


Título en inglés: Mere Christianity by C.S. Lewis Doodle (BBC Talk 5/Chapter 2)


Título en castellano: Mero Cristianismo, por C.S. Lewis Doodle. (BBC charla 5/Libro 1, capítulo 2)
(Charla emitida el 3 de septiembre de 1941; en el video dice 13 agosto 1941, pero en la descripción el autor corrige la fecha)


Notas del autor del video en la descripción:
Esta charla fue llamada “Algunas Objeciones” en el capítulo 2 del libro ‘Mero Cristianismo’ de Lewis.


Las ilustraciones [a continuación del texto leído] de la Ley moral/Ley natural encontradas en otras épocas y culturas se tomaron del apéndice del libro ‘La Abolición del hombre”, por C. S. Lewis, disponible para verse aquí: http://www.amazon.com/Abolition-Man-C...


Usted puede encontrar el libro aquí: http://www.amazon.com/Mere-Christiani...


(Esta emisión tuvo lugar en el cenit del poder nazi, con la rápida invasión de Rusia, a toda marcha, tomando prisioneros a cientos de miles de soldados soviéticos.)


Corrección: Descubrí en revistas antiguas que esta emisión en realidad tuvo lugar el 3 de septiembre de 1941, y fue transmitida como la charla #5 de la serie; se llamó ''Preguntas de los radioescuchas/radioyentes”.


Notas de la traductora:
1) Usé como base esta traducción de “Mero cristianismo’: https://elteologillo.files.wordpress.com/2012/08/13294388-mero-cristianismo.pdf

2) Lewis usa la palabra ‘quislings’ (=colaboracionistas, colaboradores), que traduzco como traidoras** (y marco con asteriscos). En terminologia militar, un colaboracionista es un traidor que ayuda a una fuerza enemiga ocupando su país [en este contexto, la tierra].
Esta palabra empezó a usarse después de que Vidkun Quisling (1887-1945) oficial militar noruego y nominalmente primer ministro después de la ocupación alemana de Noruega colaborara con los nazis durante la ocupación (1940-1945). Fue encontrado culpable de alta traición en el juico de Noruega posterior a la II Guerra Mundial y ejecutado por un pelotón de fusilamiento.

Mero Cristianismo, por C. S. Lewis.


Algunas objeciones (a la idea de una Ley Moral universal).


Algunas de las cartas que he recibido muestran que un buen número de personas encuentra difícil comprender qué es esta Ley de la naturaleza humana, o Ley moral, o Regla del comportamiento decente.
Por ejemplo, algunas personas me escribieron diciendo: ”¿Lo que usted llama Ley moral no es simplemente nuestro instinto gregario que no se ha desarrollado del mismo modo que los demás instintos?”.
Bueno, yo no niego que podamos tener un instinto gregario; pero eso no es lo que quiero decir con ‘la ley moral’. Todos sabemos lo que se siente al ser impulsados por instinto: por el amor maternal, o el instinto sexual, o el instinto por la comida. Significa que uno siente una intensa necesidad o deseo de actuar de una determinada manera. Y, claro, a veces sí sentimos ese tipo de deseo de ayudar a otra persona; y sin duda ese deseo se debe al instinto gregario. Pero sentir un deseo de ayudar es muy diferente de sentir que uno debería ayudar, lo quiera o no.
Suponga que oye un grito de auxilio de un hombre en peligro. Probablemente usted sentirá dos deseos: uno, un deseo de prestar ayuda (debido a su instinto gregario); el otro, un deseo de mantenerse a salvo del peligro (debido al instinto de conservación propia [autopreservación]). Pero dentro de usted encontrará, además de estos dos impulsos, una tercera cosa que le dice que debería seguir el impulso de prestar ayuda, y reprimir el impulso de escapar. Bien, esta cosa que juzga entre dos instintos, que decide cuál debe ser alentado, no puede ser ninguno de ellos. Usted podría decir también que la partitura de música que le indica, en un momento dado, tocar una nota del piano y no otra, es ella misma una de las notas del teclado. La ley moral nos indica qué canción tenemos que tocar; nuestros instintos son meramente las teclas.

Otra forma de ver que la ley moral no es simplemente uno de nuestros instintos es ésta: Si dos instintos están en conflicto, y no hay nada en la mente de una criatura excepto esos dos instintos, es evidente que debe ganar el más fuerte de los dos. Pero en esos momentos en que estamos más conscientes de la ley moral, ésta normalmente parece estar diciéndonos que nos pongamos del lado del más débil de los dos impulsos. Probablemente usted desee estar a salvo, mucho más de lo que desea ayudar al nombre que se está ahogando; pero la ley moral le dice que lo ayude, de todas formas. Y ciertamente, a menudo nos dice que tratemos de que el impulso correcto sea más fuerte de lo que naturalmente es.
Quiero decir, a menudo sentimos que es nuestro deber estimular el instinto gregario, despertando nuestra imaginación, suscitando nuestra compasión, etc., a fin de que tengamos fuerzas suficientes para hacer lo correcto. Pero claramente, no estamos actuando por instinto cuando nos disponemos a hacer que un instinto sea más fuerte de lo que es. Lo que le dice a usted: “Tu instinto gregario está dormido. Despiértalo”, no puede ser el instinto gregario mismo. Lo que le dice a usted cuál nota del piano debe ser tocada más fuerte no puede, ella misma, ser esa nota.


Esta es una tercera manera de verlo: Si la ley moral fuera uno de nuestros instintos, deberíamos ser capaces de señalar a algún impulso en particular adentro de nosotros —el cual fuera siempre lo que llamamos “bueno”— siempre de acuerdo con la norma del comportamiento correcto. Pero no se puede. No hay ninguno de nuestros impulsos que la ley moral no pueda, a veces, decirnos que reprimamos; y ninguno al que no pueda, a veces, decirnos que alentemos. Es un error pensar que algunos de nuestros impulsos —digamos, el amor maternal, o el patriotismo— son buenos; y otros, como el instinto sexual o el instinto de lucha, son malos. Todo lo que queremos decir es que las ocasiones en que el instinto de lucha, o el deseo sexual necesitan ser refrenados, son bastante más frecuentes que las de refrenar el amor maternal o el patriotismo. Pero hay situaciones en las que el deber de un hombre casado es alentar su impulso sexual, y de un soldado alentar el instinto de lucha.
Hay también ocasiones en las que el amor de una madre por sus propios hijos, o el amor de un hombre por su propio país tienen que ser reprimidos, o van a conducir a injusticia hacia los hijos de otras personas, o países. Estrictamente hablando, no hay cosas tales como impulsos buenos o malos. Piense otra vez en un piano. No tiene dos tipos de notas, las notas “correctas” y las “equivocadas”. Cada nota es correcta en un momento dado, y equivocada en otro. La ley moral no es algún instinto en particular, o algún conjunto de instintos: Es algo que compone una especie de melodía (la melodía que llamamos bondad, o conducta adecuada), al dirigir los instintos.
A propósito, este punto es de gran consecuencia práctica. Lo más peligroso que usted puede hacer es tomar cualquier impulso particular de su propia naturaleza y establecerlo como aquello que usted tiene que seguir a toda costa. No hay un solo impulso que no nos convierta en demonios si lo establecemos como una guía absoluta. Usted podría pensar que el amor hacia la humanidad en general estuviera a salvo, pero no lo está. Si usted deja fuera la justicia, se encontrará quebrantando acuerdos y falseando pruebas en juicios “en bien de la humanidad” y se convertirá, al final, en un hombre cruel y traidor.  


Otras personas me escribieron diciendo: “¿Lo que usted llama la Ley moral no es simplemente una convención social, algo que se nos inculca por educación?” Creo que hay un malentendido aquí. Las personas que hacen esa pregunta suelen dar por sentado que si hemos aprendido algo de nuestros padres o maestros, entonces eso debe ser meramente una invención humana. Pero evidentemente, eso no es así. Todos aprendimos las tablas de multiplicar en el colegio. Un niño que creció solo en una isla desierta no las sabría. Pero, ciertamente, no se infiere que las tablas de multiplicar son simplemente una convención humana, algo que los seres humanos han inventado para sí mismos y podrían haber hecho diferente si lo hubieran querido. Estoy completamente de acuerdo en que aprendemos la norma del comportamiento decente de los padres y maestros, y los amigos y los libros, como aprendemos todo lo demás. Pero algunas de las cosas que aprendemos son meras convenciones que podrían haber sido diferentes —aprendemos a mantenernos en el lado izquierdo de la calle, pero la norma podría haber sido también que nos mantuviéramos a la derecha [habla de Inglaterra] —y otras de ellas, como las matemáticas, son verdades reales. La pregunta es: ¿A qué tipo pertenece la Ley de la naturaleza humana?


Hay dos razones para decir que pertenece al mismo tipo que las matemáticas. La primera es, como dije en la primera emisón, que aunque hay diferencias entre las ideas morales de una época, o las de un país y las de otro, las diferencias no son en realidad muy grandes —ni de lejos tan grandes como la mayoría de la gente imagina— y usted puede reconocer la misma ley operando en todos ellos; mientras que las meras convenciones, como las normas del tránsito, o el tipo de ropa que la gente use, pueden diferir de alguna manera.
La otra razón es ésta: Cuando usted piensa en estas diferencias entre la moralidad de un pueblo y otro, ¿piensa que la moralidad de un pueblo es en algún momento mejor, o peor, que aquella del otro? ¿Algunos de los cambios han sido mejoramientos? Si no, entonces desde luego no podría haber habido ningún progreso moral. Progreso significa no sólo cambiar, sino cambiar para mejor. Si ningún conjunto de ideas morales fuera más verdadero, o mejor que otro, no tendría ningún sentido preferir la moral civilizada a la moral salvaje, o la moral cristiana a la moral nazi. De hecho, naturalmente, todos creemos que algunas moralidades son mejores que otras. Creemos que algunas de las personas que intentaron cambiar las ideas morales de su época fueron lo que llamamos reformadores o pioneros —personas que comprendieron la moralidad mejor que sus vecinos.
Pues bien entonces, en el momento en que usted dice que un conjunto de ideas morales puede ser mejor que otro está, de hecho, midiéndolo por una norma, diciendo que uno de ellos se ajusta a esa norma mucho más que el otro. Pero la norma que mide dos cosas es algo que es diferente de ambas. De hecho, usted está comparándolas con una ‘moralidad real’, admitiendo que existe algo como un real ‘Bien’ independiente de lo que la gente piense, y que las ideas de algunas personas se acercan más a ese Bien real que otras.
O dicho de esta manera: Si sus ideas morales pueden ser más verdaderas, y las de los nazis menos verdaderas, debe haber algo —alguna Moralidad real—  para que ellas se aproximen más a la verdad. La razón por la que su idea de Nueva York pueda ser más verdadera o menos verdadera que la mía es que Nueva York es un lugar real, que existe completamente aparte de lo que piense cualquiera de nosotros dos. Si cuando cada uno de nosotros dijera “Nueva York” cada uno quisiera decir meramente “la ciudad que estoy imaginando en mi cabeza”, ¿cómo podría uno de nosotros tener ideas más verdaderas que el otro? No habría ninguna pregunta acerca de verdad o falsedad en absoluto.
Del mismo modo, si la norma del comportamiento decente significara simplemente “lo que cada nación apruebe”, no habría ningún sentido en decir que cualquier nación hubiera estado alguna vez más correcta en su aprobación que alguna otra; ningún sentido en decir que algún día el mundo podría mejorar o empeorar moralmente.

Concluyo entonces que, pese a que las diferencias entre las ideas de la gente acerca del comportamiento decente a menudo hacen sospechar que no hay en absoluto una Ley real natural de comportamiento, al final, las cosas que tendemos a pensar [que inevitablemente pensamos] acerca de estas diferencias realmente prueban justo lo contrario.

Pero, una observación antes de terminar. He conocido personas que exageran las diferencias, porque no han distinguido entre diferencias de moralidad y diferencias de creencia acerca de hechos. Por ejemplo, un hombre me dijo: “Trescientos años atrás había gente en Inglaterra que mataba a las brujas. ¿Era eso lo que usted llama la Regla de la naturaleza humana o Conducta correcta?”
Pero verdaderamente, la razón por la que no ejecutamos brujas es porque no creemos que haya semejantes criaturas. Si fuera así —si realmente pensáramos que había gente pasando de un lugar a otro, que se había vendido al diablo y recibido de él poderes sobrenaturales a cambio y estaba usando estos poderes para matar a sus vecinos, o volverlos locos, o provocar mal tiempo— seguramente estaríamos todos de acuerdo en que si alguien merecía la pena de muerte, entonces estas sucias traidoras**  la merecían.
Aquí no hay diferencia de principio moral: La diferencia es simplemente acerca del hecho propiamente tal. Puede ser que no creer en brujas sea un gran avance en conocimiento: No hay avance moral en no ejecutarlas, cuando no se cree que estén ahí. Usted no llamaría a un hombre ‘compasivo’ por dejar de poner trampas para ratones, si él lo hizo porque creyó que no había ratones en la casa.





(Final del video, luego que termina la lectura del texto de la charla.)


(Como si escrito en una máquina de escribir)
Algunas ilustraciones... (de la Ley Moral universal)



‘Yo no he asesinado hombres.’
(Egipcio antiguo. De las ‘Confesiones del alma justa’)


* El asesinato considerado malo.




‘Yo vi en Náströnd (= infierno)... seductores de esposas de otros.’
(Nórdico antiguo, Völuspá [primer y más conocido de los poemas anónimos atribuidos a a la antigua Escandinavia; mitologia del paganismo nórdico])


*El adulterio considerado malo.



‘Yo no recurrí al engaño, ni hice falsos juramentos.’
(Anglosajón, Beowulf [puede ser el más antiguo poema épico anglosajón])


*El robo considerado malo.




‘Si el nativo hacía un “hallazgo" de cualquier tipo (por ejemplo, un árbol ‘de miel’) y lo marcaba, de ahí en adelante estaba asegurado para él, en lo que concernía a los miembros de su propia tribu, sin importar cuanto tiempo lo dejaba [no estaba ahí desde que lo encontró]."
(Aborígenes australianos.)


*Los derechos de propiedad respetados.


‘No pronuncie ninguna palabra que pueda herir a alguien.’
(Indio antiguo, Ley de Manu [antiguo texto legal hindú].)


*Los insultos considerados malos.



'Si es atacado, esté dispuesto a morir por el Buen camino’.
(Chinesco antiguo, Analects [colección de dichos e ideas atribuidos al filósofo Confucio y sus contemporáneos].)


*El coraje y la abnegación considerados correctos.

‘El hombre debe preferir la muerte a la esclavitud y las obras deshonrosas [viles].
(Romano, Cicerón, [‘De Officiis i, xxii’] .)


*Evitar las malas obras a cualquier precio.


‘Verá que ellos se encarguen de ... las viudas, los huérfanos y los ancianos, nunca reprochándolos.’
(Nativo norteamericano)


*La generosidad considerada correcta.



'Detestable para mí ... es aquel hombre que dice una cosa, y oculta otra en su corazón.'
(Griego, Homero, Ilíada.)


*La adulación considerada mala.



‘Hable bondad… muestre buena voluntad.’
(Babilonio, Himno.)


*La bondad considerada correcta.





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