jueves, 8 de septiembre de 2016

Mero Cristianismo libro I, charla 3 - Autor: C. S. Lewis.

(13:02 min, publicado por CSLewisDoodle)


Título en inglés: ‘What Lies Behind The Moral Law by C.S. Lewis Doodle (BBC Talk 3/Chapter 4)


Título en castellano: ‘Lo que Yace Detrás de la Ley Moral’, por C.S. Lewis Doodle. (BBC charla 3/Libro, capítulo 4)
(Charla emitida el 20 de agosto de 1941)


Notas del autor del video en la descripción:
Esta tercera charla llegó a ser el capítulo 4 del libro de Lewis ‘Mero Cristianismo’ y originalmente se llamó ‘Materialismo o Religión’.


Usted puede encontrar el libro aquí: http://www.amazon.com/Mere-Christiani...


Nota de la traductora:
1) Usé como base esta traducción de “Mero cristianismo’ https://elteologillo.files.wordpress.com/2012/08/13294388-mero-cristianismo.pdf



Mero Cristianismo, por C. S. Lewis.


Lo que yace detrás de la ley moral.


Vamos a resumir lo que hemos alcanzado a tocar hasta ahora.
En el caso de las piedras y los árboles y cosas de ese tipo, lo que llamamos ‘las leyes de la naturaleza’ pueden no ser otra cosa que una manera de hablar. Cuando se dice que la naturaleza está regida por ciertas leyes, puede que esto solamente quiera decir que la naturaleza, de hecho, se comporta de determinada manera. Las llamadas ‘leyes’ pueden no ser algo real —cualquier cosa por encima y más allá de los hechos propiamente tales que observamos—.
Pero en el caso del hombre, vimos que esto no es así. La ley de la naturaleza humana —o de lo que está bien y lo que está mal— debe ser algo por encima y más allá de los hechos propiamente tales del comportamiento humano. En este caso, además de los hechos reales, se tiene algo más: una ley real [que existe], que nosotros no inventamos, y que sabemos que deberíamos obedecer.


Ahora quiero considerar lo que esto nos dice acerca del universo en que vivimos. Desde que los hombres fueron capaces de pensar, han estado preguntándose qué es en realidad este universo y cómo llegó a estar ahí. Y, en términos muy generales, se han sostenido dos puntos de vista.
En primer lugar, existe lo que se llama el punto de vista materialista. Las personas que adoptan este punto de vista piensan que la materia y el espacio simplemente existen por casualidad y siempre han existido, nadie sabe por qué; y que la materia, al comportarse de ciertas maneras fijas, de casualidad —por una especie de chiripa [golpe de suerte/azar]— ha dado en producir criaturas como nosotros, que somos capaces de pensar. Por una posibilidad entre un millón, algo chocó contra nuestro sol y lo hizo producir los planetas; y por otra posibilidad entre un millón, los compuestos químicos necesarios para la vida, y la temperatura adecuada, ocurrieron en uno de estos planetas, y así, parte de la materia de esta tierra cobró vida; y luego, por una muy larga serie de coincidencias, las criaturas vivientes se convirtieron en seres como nosotros.
El otro punto de vista es el religioso. Según éste, lo que está detrás del universo se parece más a una mente, que a cualquier otra cosa que conozcamos. Es decir, es consciente y tiene propósitos, y prefiere una cosa a otra. Y en este punto de vista ‘ello’ hizo el universo, en parte con propósitos que desconocemos; pero en parte, en cualquier caso, para producir criaturas como sí mismo —quiero decir, ‘como sí mismo’ hasta el punto de tener mentes.
Por favor, no piensen que uno de estos puntos de vista fue sostenido hace mucho tiempo y que el otro ha tomado gradualmente su lugar. Dondequiera que haya habido hombres pensantes, aparecen ambas perspectivas. Y fíjense también en esto: No se puede descubrir cuál perspectiva es la correcta mediante la ciencia, en el sentido ordinario. La ciencia funciona por medio de experimentos. Observa cómo se comportan las cosas. Cada declaración científica, a la larga, por muy complicada que sea, significa algo como: “Apunté el telescopio a tal o cual parte del cielo a las 2:20 A. M. del día 15 de enero y vi tal y tal cosa”, o: “Puse un poco de esto en un matraz y lo calenté hasta llegar a tal y tal temperatura, e hizo esto y aquello”.  No piensen que estoy diciendo nada en contra de la ciencia: Sólo estoy diciendo cuál es su función. Y cuanto más científico es un hombre, más (creo yo) estaría de acuerdo conmigo en que ésta es la tarea de la ciencia —y es una tarea muy útil y necesaria también.
Pero el por qué alguna cosa llega a estar ahí, y si hay algo detrás de las cosas que observa la ciencia —algo de un tipo diferente— no es una cuestión científica. Si hay ‘algo detrás’ entonces, o tendrá que permanecer del todo desconocido para los hombres, o bien darse conocer [revelarse] de una manera diferente. La declaración de que existe algo así, o la declaración de que no existe tal cosa, ninguna de ellas son declaraciones que pueda hacer la ciencia. Y los científicos auténticos no suelen hacerlas.  Por lo general son los periodistas, o los novelistas populares que han recogido unos pocos fragmentos de ciencia a medio cocinar de los libros de texto los que suelen gustar de ellas. Después de todo, en realidad es un asunto de sentido común. Suponiendo que la ciencia alguna vez llegara a ser completa, de modo que conociera cada cosa del universo entero, ¿no es evidente que las preguntas: ”¿Por qué hay un universo?”, “¿Por qué funciona como funciona?”, “¿Tiene algún significado?”, seguirían tal y como como estaban?
Bien, la posición sería totalmente imposible si no fuera por esto: Hay una cosa, y solo una, en todo el universo, de la que sabemos más de lo que podemos aprender por medio de la observación externa. Esta única cosa es el hombre. No solamente observamos al hombre, somos hombres. En este caso tenemos, por así decirlo, información privilegiada; estamos en conocimiento [al tanto]. Y debido a esto, sabemos que los hombres se encuentran bajo una ley moral que ellos no hicieron, y que no pueden olvidar del todo —incluso si lo intentan— y que saben que deben obedecer. Fíjense en el siguiente punto: Cualquiera que estudiara al hombre desde el exterior, como nosotros estudiamos la electricidad o los repollos, sin saber nuestro idioma y, en consecuencia, sin poder conseguir ninguna información privilegiada sobre nosotros, sino meramente observando lo que hicimos, jamás obtendría la más mínima evidencia de que tenemos esta ley moral. ¿Cómo podría él? Porque sus observaciones sólo mostrarían lo que hicimos, y la ley moral es acerca de lo que deberíamos hacer. Del mismo modo, si hubiera cualquier cosa por encima y más allá de los hechos observados en el caso de las piedras o del clima, nosotros, al estudiarlos desde el exterior, jamás podríamos esperar descubrirlo.


La posición de la pregunta, entonces, es como esta: Queremos saber si el universo sencillamente resultó ser lo que es sin ninguna razón, o si hay un poder detrás de él que lo hace ser lo que es. Dado que ese poder —si existe— no sería uno de los hechos observados, sino una realidad que los hace, ninguna mera observación de los hechos puede encontrarlo. Hay sólo un caso en el que podemos saber si hay algo más, y ese caso es el nuestro; y en ese único caso encontramos que existe. O póngalo al revés: Si hubiera un poder controlador al exterior del universo, no podría mostrarse a sí mismo como uno de los hechos dentro del universo —al igual que el arquitecto de una casa no podría ser una pared, o una escalera, o una chimenea, en esa casa. La única manera en la que podríamos esperar que se mostrara a sí mismo sería dentro de nosotros mismos, como una influencia o un mandato, tratando de conseguir que nos comportemos de una determinada manera. Y eso es justamente lo que sí encontramos dentro de nosotros.
Verdaderamente, esto debería despertar nuestras sospechas. En el único caso en el que usted puede esperar conseguir una respuesta, la respuesta resulta ser ‘Sí’; y en los otros casos donde no se obtiene una respuesta, usted ve por qué no se obtiene. Supongamos que alguien me preguntara, cuando veo a un hombre de uniforme azul que va por la calle dejando pequeños paquetitos blancos en cada casa, por qué supongo que estos contienen cartas. Yo debería responder: “Porque cada vez que él deja un paquetito similar para mí, compruebo que contiene una carta.” Y si esa persona entonces objetara: “Pero tú nunca has visto todas esas cartas que piensas que reciben los demás”, yo diría: “Claro que no, y no esperaría verlas, porque no están dirigidas a mí. Estoy explicando los paquetitos que no se me permite abrir, por aquellos que sí se me permite abrir”.
Es lo mismo con respecto a esta cuestión. El único paquete que se me permite abrir, es el hombre. Cuando lo hago, especialmente cuando abro ese particular hombre llamado ‘Yo mismo’, encuentro que no existo por mí mismo, que estoy bajo una ley; que alguien o algo quiere que me comporte de una detrminada manera.  Desde luego, no creo que si pudiera meterme dentro de una piedra o de un árbol encontraría exactamente la misma cosa, así como no creo que todas las demás personas de la calle reciban las mismas cartas que yo. Yo esperaría, por ejemplo, encontrar que la piedra tuviera que obedecer la ley de gravedad —que mientras que el remitente de las cartas meramente me dice que obedezca la ley de mi naturaleza humana, Él compele a la piedra a que obedezca las leyes de su naturaleza de piedra. Pero yo esperaría encontrar que hubiera, por así decirlo, un remitente de cartas en ambos casos, un Poder detrás de los hechos, un Director, un Guía.
No piensen que voy más deprisa de lo que en realidad estoy yendo. Todavía no estoy a menos de 150 mil kilómetros del Dios de la teología cristiana. Todo lo que tengo es un ‘Algo’ que está dirigiendo el universo, y que aparece en mí como una ley que me urge a hacer el bien y me hace sentir responsable e incómodo cuando hago el mal. Creo que tenemos que asumir que se parece más a una mente que a cualquier otra cosa que conocemos —porque después de todo, la única otra cosa que conocemos es la materia, y uno apenas puede imaginar a un poquito de materia dando instrucciones. Pero, por supuesto, ello no tiene que ser muy parecido a una mente, menos aún parecerse a una persona.
En la próxima charla veremos si podemos descubrir algo más acerca de ello. Y una palabra de advertencia: se han dicho muchas cosas aduladoras acerca de Dios en los últimos cien años. Eso no es lo que estoy ofreciendo. Usted puede eliminar todo eso.


Nota.- Con el fin de que esta sección fuera lo suficientemente breve cuando fue emitida por radio, sólo mencioné el punto de vista materialista y el punto de vista religioso. Pero para que sea completo, debería mencionar el punto de vista intermedio, llamado ‘filosofía de la fuerza vital’, o ‘evolución creativa’, o ‘evolución emergente’. Las exposiciones más agudas acerca de esto aparecen en las obras de George Bernard Shaw; pero las más profundas, en las de Bergson.
Las personas que sostienen este punto de vista dicen que las pequeñas variaciones por las cuales la vida en esta tierra “evolucionó” de las formas más simples hasta el hombre no se debieron a la casualidad, sino al “esfuerzo” o el propósito” de una fuerza vital. Cuando la gente dice esto deberíamos preguntarle si por ‘fuerza vital’ quiere decir ‘algo que tiene mente, o no’. Si la tiene, entonces, “una mente que trae la vida a la existencia y la conduce a la perfección” es realmente un Dios, y por consiguiente su punto de vista es idéntico al religioso. Si no la tiene, ¿qué sentido tiene decir que algo que no tiene mente se “esfuerza” o tiene “propósitos”? Esto me parece fatal para su punto de vista.
Una de las razones por las que muchas personas encuentran tan atractiva la idea de la ‘evolución creativa’ es que les da gran parte del consuelo emocional de creer en Dios, y ninguna de las consecuencias menos agradables. Cuando usted se siente bien y el sol está brillando y no quiere creer que el universo entero es una mera danza mecánica de átomos, es agradable poder pensar en esta gran fuerza misteriosa ondeando [desplazándose formando ondas/olas] a lo largo de los siglos y transportándolo a usted en su cresta [de una de sus ondas]. Si, por otro lado, usted quiere hacer algo bastante tramposo [poco honrado], la fuerza vital —que es sólo una fuerza ciega, sin moral y sin mente— jamás lo estorbará, como ese fastidioso Dios del que supimos cuando éramos niños.
La ‘fuerza vital’ es una especie de dios domesticado. Usted puede conectarla cuando quiera, pero ella no lo fastidiará. Todas las emociones de la religión y ninguno de los costos.
¿Es la ‘fuerza vital’ el mayor logro de esperanza ilusoria [basada en quimeras] que el mundo ha visto jamás?



No hay comentarios.:

Publicar un comentario