lunes, 5 de septiembre de 2016

Mero Cristianismo Libro I- charla 2 - Autor: C. S. Lewis

(10:45 min, publicado por CSLewisDoodle)


Título en inglés: ‘The Reality of the Moral Law by C.S. Lewis Doodle (BBC Talk 2/Mere Christianity Chapter 3)


Título en castellano: ‘La Realidad de la Ley Moral’, por C.S. Lewis Doodle. (BBC Charla 2/Mero Cristianismo capítulo 3)
(Charla emitida el 13 de agosto de 1941)


Notas del autor del video en la descripción:
Esta charla pasó a ser el capítulo 3 del libro de Lewis ‘Mero Cristianismo’, y se llamó ‘La Realidad de la Ley Moral [universal]’


Usted puede encontrar el libro aquí: http://www.amazon.com/Mere-Christiani...


Algunas ayudas:
(7:22)  “Usted está diciendo lo que es verdad”. Altruismo significa ocuparse de otros en la sociedad. Así que cuando usted dice: “Porque [el altruismo] es bueno para la sociedad”, usted, en respuesta a la pregunta, está diciendo esencialmente: “Porque el altruismo es altruismo”; lo que es verdad, pero no es una explicacion de por qué deberíamos ser altruistas. Definición no es explicación, y ‘qué’ no es ‘por qué’.


Las charlas de 1941 en la BBC fueron descritas y ordenadas en forma diferente a las del libro hecho de las charlas, llamado ‘Mero Cristianismo’. Éstos son los títulos originales y el orden en los semanarios “Radio Times” de 1941.


Título de la serie: El Bien y el Mal - Una pista para el signficado del universo.
Charla 1 - Decencia Común (Capítulo 1. La Ley de la Naturaleza Humana), 6 agosto 1941.
Charla 2 - Ley Científica y Ley Moral (Capítulo 3. La Realidad de la Ley), 13 agosto 1941.
Charla 3 - Materialismo o Religión (Cap. 4. Lo que Yace Detrás de la Ley), 20 agosto 1941.
Charla 4 - ¿Qué hacemos con eso? (Cap. 5 Tenemos motivo suficiente para estar intranquilos), 27 agosto 1941.
Charla 5 - Preguntas de los radioyentes (Cap. 2 Algunas Objeciones), 3 septiembre 1941.


Nota de la traductora:
1) Usé como base esta traducción completa de “Mero cristianismo’: https://elteologillo.files.wordpress.com/2012/08/13294388-mero-cristianismo.pdf


Mero Cristianismo, por C. C. Lewis


La Realidad de la Ley Moral.


Ahora retomo lo que dije al final de la primera charla: Que había dos cosas extrañas acerca de la raza humana. La primera, que estaba impregnada con la idea de un tipo de comportamiento que debería practicar —lo que se podría llamar juego limpio, o decencia, o moralidad, o la Ley de la naturaleza (humana). La segunda, que, de hecho, no se comportaba así.
Algunos de ustedes se preguntarán por qué digo que esto es extraño; puede que a ustedes les parezca la cosa más natural del mundo. En particular, puede que hayan pensado que fui bastante duro con la raza humana. Después de todo, pueden decir, lo que yo llamo quebrantar la Ley del bien y el mal, o de la naturaleza, sólo significa que la gente no es perfecta.
¿Y por qué debería yo esperar que lo sea? Esa sería una buena respuesta, si lo que yo estuviera intentando hacer fuera fijar la cantidad exacta de culpa que tenemos por no comportarnos como esperamos que otros se comporten. Pero esa no es mi tarea [objetivo] en absoluto. Por ahora no me preocupa la culpa. Estoy tratando de descubrir la verdad. Y desde ese punto de vista, la sola idea de que algo sea imperfecto —de que no esté siendo como debería ser— tiene ciertas consecuencias.
Si usted toma una cosa como una piedra o un árbol, es lo que es, y parece no tener sentido decir que debería haber sido de otra manera. Por cierto, usted puede decir que una piedra tiene “la forma equivocada” si la quiere utilizar para una rocalla [decoración de jardín]; o que un árbol es un árbol malo porque no da tanta sombra como usted esperaba. Pero lo único que usted quiere decir con esto es que la piedra o el árbol no resultan convenientes para algún interés personal suyo. Usted no está, excepto en broma, culpándolos por eso. En realidad, usted sabe que dado el clima y el suelo, el árbol no podría haber sido diferente. Lo que nosotros desde nuestro punto de vista llamamos un árbol “malo”, está obedeciendo las leyes de su naturaleza tanto como un árbol “bueno”.  Bien, ¿usted se ha dado cuenta de lo que esto infiere? Infiere que lo que usualmente llamamos las leyes de la naturaleza —la forma en que el clima influye en un árbol, por ejemplo— en realidad pueden no ser leyes en el estricto sentido, sino sólo en una manera de hablar. Cuando se dice que las piedras que caen siempre obedecen a la ley de la gravedad, ¿no es esto igual a decir que la ley sólo significa “lo que las piedras hacen siempre”? Usted en realidad no piensa que cuando se deja caer una piedra, ésta recuerda súbitamente que tiene órdenes de caer al suelo. Usted sólo quiere decir que, de hecho, ella cae. En otras palabras, usted no puede estar seguro de que haya algo además de los hechos mismos; alguna ley acerca de lo que debería ocurrir, como distinta de lo que ocurre.
Las leyes de la naturaleza, tal como se aplican a las piedras o a los árboles, podrían significar solamente “lo que la naturaleza, de hecho, hace”. Pero si uno pondera [se centra en/presta atención a] la ley de la naturaleza humana, o ley de comportamiento decente, es un asunto diferente. Esa ley ciertamente no significa “lo que los seres humanos, de hecho, hacen”; porque como dije antes, muchos de ellos no obedecen esta ley en absoluto, y ninguno la obedece por completo. La ley de gravedad le dice a usted lo que las piedras hacen si las deja caer; pero la ley de la naturaleza humana le dice lo que los seres humanos deberían hacer, y no hacen. En otras palabras, cuando usted está tratando con seres humanos, algo más entra en juego que está por encima y más allá de los hechos reales. Usted tiene los hechos (cómo se comportan los hombres) y también tiene algo más (cómo deberían comportarse). En el resto del universo no es necesario que haya otra cosa sino los hechos. Los electrones y las moléculas se comportan de cierta manera y de ahí derivan ciertos resultados, y puede que ésa sea toda la historia.


—Como acotación, yo no creo que esa sea toda la historia, como usted verá más adelante. Lo que digo es que, por lo que llevamos argumentado, puede ser. Pero los hombres se comportan de una cierta manera y esa no es toda la historia, porque en todo momento usted sabe que deberían comportarse de manera diferente—.


Pues bien, en realidad esto es tan peculiar que uno es tentado a dar explicaciones. Por ejemplo, podríamos tratar de fingir que cuando usted dice que un hombre no debería comportarse como lo hace, sólo quiere dar a entender lo mismo que cuando dice que una piedra tiene la forma equivocada; es decir, que lo que el hombre está haciendo resulta ser inconveniente para usted. Pero eso simplemente no es verdad. Un hombre que ocupa el asiento del rincón en el tren porque llegó primero, y el hombre que se coló en el asiento mientras yo di vuelta la espalda y quitó de allí mi maleta, son los dos igualmente inconvenientes; pero yo culpo al segundo hombre, y no culpo al primero. Yo no me enojo —excepto quizás por un momento, antes de entrar en razón— con un hombre que me hace tropezar accidentalmente; me enojo con un hombre que intenta hacerme una zancadilla, incluso si no lo consigue. Sin embargo, el primero me ha hecho daño y el segundo no. A veces, el comportamiento que yo llamo ‘malo’ no me resulta inconveniente en absoluto, sino todo lo contrario. En la guerra, cada lado puede encontrar muy útil un traidor al otro lado. Pero, aunque lo utilizan y le pagan, lo consideran una sabandija humana [o una ‘alimaña’]. Así que usted no puede decir que lo que llamamos comportamiento decente en otros, es simplemente el comportamiento que nos resulta útil a nosotros.
Y en cuanto al comportamiento decente en nosotros mismos, supongo que es bastante evidente que no significa el comportamiento que compensa. Significa cosas como estar satisfecho con treinta chelines, cuando podría haber conseguido tres libras; hacer las tareas escolares honestamente, cuando habría sido más fácil hacer trampa; dejar tranquila a una joven, cuando le habría gustado enamorarla; permanecer en lugares peligrosos, cuando podría haber ido a un lugar más seguro; cumplir promesas que habría preferido no cumplir y decir la verdad, incluso cuando le haga parecer un tonto.
Algunas personas dicen que aunque el comportamiento humano decente no significa lo que compensa a una persona en particular en un momento particular, sin embargo significa ‘lo que compensa a la raza humana como un todo’ y, por consiguiente, no hay ningún misterio acerca de ello. Después de todo, los seres humanos tienen algo de sensatez; se dan cuenta de que no se puede tener seguridad o felicidad auténticas, excepto en una sociedad en la que cada uno juegue limpio, y es porque se dan cuenta de esto que tratan de comportarse decentemente.
Evidentemente, es muy cierto que la seguridad y la felicidad sólo pueden venir como resultado de que los individuos, las clases y los países sean honestos, justos y amables unos con otros. Es una de las verdades más importantes del mundo. Pero como una explicación de por qué nos sentimos como nos sentimos acerca de lo que está bien y lo que está mal, en realidad no da en el blanco. Si preguntamos: “¿Por qué debería yo ser altruista?”, y usted responde: “Porque es bueno para la sociedad”, podemos entonces preguntar: “¿Por qué debería importarme a mí lo que es bueno para la sociedad, excepto cuando me compense personalmente?”. Entonces usted tendría que decir: “Porque se debería ser altruista”, lo que únicamente nos lleva de vuelta a donde empezamos. Usted está diciendo lo que es verdad, pero no va más allá de eso [no logra decir nada más]. Si un hombre preguntara cuál fue la finalidad de jugar al fútbol, no serviría de mucho decir “a fin de hacer goles”, porque intentar hacer goles es el juego mismo, no la razón del juego; y en realidad usted sólo estaría diciendo que el fútbol era el fútbol —lo que es verdad, pero no sirve de nada decirlo. Del mismo modo, si un hombre pregunta cuál es la finalidad de comportarse decentemente, de nada sirve responder “a fin de beneficiar a la sociedad”, porque intentar beneficiar a la sociedad —en otras palabras, ser altruista (porque “la sociedad”, después de todo, sólo significa “otras personas”)— es una de las cosas en las que consiste el comportamiento decente; lo único que en realidad usted está diciendo es que el comportamiento decente es el comportamiento decente. Usted habría dicho exactamente lo mismo si se hubiera quedado en la declaración “los hombres deberían ser altruístas”. Y es ahí donde me detengo.
Los hombres deberían ser altruístas, deberían ser justos. No que los hombres son altruístas, ni que les guste ser altruístas, sino que deberían serlo. La ley moral, o ley de la naturaleza humana, no es simplemente un hecho acerca del comportamiento humano en la misma forma en que la ley de la gravedad es, o puede ser, simplemente un hecho acerca de cómo se comportan los objetos pesados.
Por otro lado, no es una mera fantasía, ya que no podemos deshacernos de la idea; y si lo hiciéramos, la mayoría de las cosas que pensamos y decimos acerca de los hombres quedarían reducidas a un sinsentido. Y no es simplemente una declaración de cómo nos gustaría que los hombres se comportaran para nuestra propia conveniencia, porque el comportamiento al que llamamos malo o injusto no es exactamente el mismo que el comportamiento que encontramos inconveniente, e incluso puede ser lo opuesto.

En consecuencia, esta norma de lo que está bien y lo que está mal, o ley de la naturaleza humana, o como quiera llamársela, debe, de uno u otro modo, ser algo real [que existe] —algo que realmente está ahí, no inventado por nosotros. Y sin embargo no es un hecho en el sentido corriente, del mismo modo que nuestro real comportamiento es un hecho. Empieza a parecer como que tendremos que admitir que hay más de un tipo de realidad; que, en este caso particular, hay algo por encima y más allá de los hechos comunes del comportamiento del hombre y, sin embargo, indudablemente real —una ley real, que ninguno de nosotros ha hecho, pero que encontramos que está sobre nosotros presionando [que nos apremia].



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